viernes, 14 de febrero de 2014

No dejaré que me roben a Marx (un análisis feminista y de clase sobre la Ley Gallardón)


Tiempo ha pasado desde que las primeras feministas socialistas y anarquistas, a mediados del siglo XIX se adentraran en conflicto con sus compañeros de trincheras, desde la crítica de las primeras a estos últimos. Sin embargo, seguimos en las mismas: las red social twitter estalló hace un par de días en un conflicto entre feministas y marxistas en un debate en torno al carácter feminista o de clase de la nueva ley del aborto en el Estado español (conocida popularmente como "Ley Gallardón" y que lamentablemente puede que se apruebe a pesar de contar con la oposición de un 75% de la sociedad) como si no fuera ambas cosas a la vez, como si hubiera una jerarquía diferencial entre la opresión de clase y la opresión de género.

Todo esto ocurre porque hay un hecho innegable: a muchos compañeros les cuesta cuestionarse sus privilegios, les cuesta asumir que pueden ser un obrero explotado, un comunista militante, un anarquista purista, pero llevar el machismo en sus entrañas, y que por eso EL FEMINISMO ES NECESARIO. Les cuesta asumir que hay un sistema patriarcal que nos oprime a todas las mujeres sin distinción (más allá de que entre nosotras sí haya diferencias). Les cuesta asumir que la clase nos une y el género (en cierta forma) nos divide*.

¿Y qué pasa cuando decimos esto desde el feminismo? Se nos suele llamar revisionistas, burguesas, posmodernas y otros calificativos por el estilo, se nos dice que rompemos el movimiento, que no es momento, que no ataquemos a los compañeros, que no podemos ser interclasistas o favorecer a la burguesía, como si por hacer la crítica feminista dejáramos de ser marxistas... Y por lo leído, muchas feministas han renegado de la cuestión de clase, como si ser feministas fuera suficiente... Pero no. No tenemos que elegir entre ser feministas o comunistas/socialistas/anarquistas... ME NIEGO. NO DEJARÉ QUE ME ROBEN A MARX.

Marx fue y es el autor de referencia: fue el primero en exigir un análisis material de la sociedad para poder transformarla; fue el primero en hablar de una clase que explota a otra con el amparo de un Estado que esa misma clase explotadora creó, fomentó y organizó para seguir sangrándonos bajo el amparo de la legalidad; fue el primero en exigir menos idealismo y más realidad, bajar del mundo de las ideas al mundo de la praxis; fue el primero en decir que el hambre y acabar con él no era una cuestión de moralidad ni caridad cristiana sino  una cuestión científica; el primero en reconocer que una gran parte de nuestra vida se va en nuestro trabajo por la subsistencia y que deberíamos ser felices con él y no alienadas y explotadas; fue quien nos dio paso a pensar que no sólo existe otra forma más justa de vivir, sino que es posible e inevitable. Y podría seguir, pero creo que esto, por ahora, es suficiente, sumándole el hecho de que Engels también dio con un intento de analizar el origen de la opresión de género y estableció los vínculos que hay entre la propiedad privada y la explotación de las mujeres (completada, criticada y revisada por el feminismo posteriormente). Y conste que no escribo desde el amor o el fanatismo. Escribo desde la asunción de que hay un antes y un después en la teoría y práctica política y social, un antes y un después de Marx y de Engels en lo que a emancipación se refiere. Una lucha emancipatoria que también ha marcado al feminismo por todo lo anteriormente expuesto. Y es que hasta cuando hablamos de "estructuras" patriarcales, seguimos haciendo referencia a ellos.


Dicho esto, creo que es necesario dejar claros varios puntos:


1. El feminismo es de clase o no es feminismo (dejemos de usar eso del "feminismo burgués" porque no es feminismo ni es nada): si no rompemos con la estructura de la sociedad de clases, no se puede lograr la emancipación de TODAS las mujeres (ni todas las personas), pues continuaríamos en una sociedad de explotad@s y explotador@s de igual forma.  No habrá igualdad ni justicia sino es en la sociedad socialista, sin propiedad privada y donde nadie tenga que vender su fuerza de trabajo para subsistir: una sociedad en la que no tengas que vender tu vida para estar viva (así de irónico como suena).

Hay infinitas cosas en común entre las mujeres, infinitas viviencias bajo la misma opresión de género. Pero no es lo mismo ser limpiadora, trabajadora sexual, cajera de supermercado, desempleada, camello, etc. para poder sobrevivir, que ser Ana Botella, Cristina Cifuentes o Soraya Sáenz de Santamaría y tener la vida resuelta. La opresión de género es común a todas las mujeres, pero la opresión de clase quita a un par de ellas de mi trinchera (muy pocas a decir la verdad): sólo el 1% de la propiedad privada mundial está en manos de mujeres (según datos recientes de la ONU). Así que no nos queda más que asumir nuestro carácter de clase: la gran mayoría de las mujeres no tenemos nada y somos pobres (y a esto también podríamos hacerle el análisis de género).



2. La revolución será feminista o no será: nadie puede llamarse comunista o anarquista, ni decir que cree en la emancipación si no defiende a su vez la emancipación de las mujeres, que somos -por cierto- la mitad de la humanidad.  Y cuando hablamos de la emancipación de las mujeres -compañeros- hablamos de que todos los estudios hechos por el feminismo en ciencias sociales durante el siglo XX y principios del siglo XXI dan cuenta de que el sistema patriarcal es independiente y transversal al sistema capitalista, a la vez que igual de complejo que este último, y necesita por ello sus propios frentes de lucha y transformación. Los principios, roles, pautas, etc., de género se meten en nuestro cerebro desde la primera socialización, y probablemente sea lo más difícil de romper y transformar en nosotr@s mism@s. Como dijo hace unos días la compañera @islatempestad: "la lucha contra el patriarcado es la lucha final".


3. La Ley Gallardón, desde mi punto de vista, tiene consecuencias directas e indirectas.

La consecuencia directa es que no afecta sólo a la clase trabajadora (como dicen los """marxistas""" de internet**), ni afecta sólo a las mujeres como dicen muchas feministas: ni los primeros tienen todos útero, ni las últimas tienen las mismas capacidades de esquivar la ley. Por lo tanto las afectadas aquí somos las mujeres de clase trabajadora, esas con útero y sin dinero para poder eludir la ley.

Y ya ni les cuento las que como yo vivimos en la colonia africana canaria, que lo tenemos más jodido aún: se decide sobre nuestros cuerpos a una distancia de 2 mil kilómetros de nosotras, y encima tenemos más lejos (y con más caros trayectos) los países que podrían solucionarnos la vida.

Así que, como siempre, la lista de mujeres que mueran por abortos clandestinos (cuando la ley sea aprobada) serán de las pobres, y esto es algo muy importante a tener en cuenta, pues estamos hablando de que ser de una clase u otra te podría salvar la vida. 

Parafraseando a Ska-p: "las muertas las pone el pueblo".


La consecuencia indirecta, que recae en Cifuentes o en Botella tanto como en mí misma (mujer-inmigrante-pobre), es que esta Ley sigue alimentando la ideología patriarcal que estipula la incapacidad de las mujeres de decidir por sí mismas sobre sus cuerpos, la eliminación (ya cansina) de agencia en nosotras y la criminalización de las que no tenemos ""instinto"" maternal. Supone la constatación del poder de la casposa Iglesia católica sobre nuestras vidas y nuestro futuro, y  también el del Estado para intervenir sobre nuestros úteros con un Congreso plagado de hombres que nunca se quedarán embarazados ni sabrán lo que es ser-vivir-experimentar este cuerpo de mujer.

Esta nueva ley supone un refuerzo del discurso patriarcal generalizado desde tiempos remotos, que reza que las mujeres no tenemos nada que decir ni decidir sobre nada y sobre nadie... ni siquiera sobre nosotras mismas.



En resumen, ni la opresión de clase ni la opresión de género pueden definir por sí mismas o de forma independiente la totalidad de consecuencias que tendrá la Ley Gallardón. Es, por el contrario y sin jerarquías, la suma de las opresiones la que definirá el futuro de las mujeres afectadas de forma grave por dicha ley. No se es ni más ni menos feminista, ni más ni menos marxista por reconocer esto.

En tiempos de crisis compañer@s: ni alianzas peligrosas, ni rupturas innecesarias. La revolución será feminista y de clase, o no será.


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* Como dijo Evelyn Cunningham, "las mujeres suponen el único colectivo oprimido de nuestra sociedad que convive en asociación íntima con sus propios opresores".
** Pongo marxistas entre comillas porque en internet se da mucha facilidad a las etiquetas, y me gustaría a mí saber qué marxistas son esos, cuáles son sus militancias políticas, etc. Pero bueno, ese es otro tema.

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