viernes, 27 de diciembre de 2013

Katarsis de la mano de My Mad Fat Diary

Es increíble como hay cosas que una cree sepultadas para siempre y, a pesar de todo, se empeñan en salir una y otra vez, sobre todo de la mano del arte y su katharsis

Anoche tuve el placer de ver los dos primeros capítulos de My Mad Fat Diary y me fui a la cama en medio de un collage de recuerdos de la infancia y la adolescencia, nervios, ansiedad, angustia, alegría.... así, todo junto y mezcladito. 

Venían a mi mente los recuerdos de la primera vez que un amigo me dijo que yo era un hombre más en la pandilla (porque no me veían como a una mujer); la primera vez que alguien me gritó "gorda" en la calle; la primera vez que tuve que comprarme un vestido y no lo encontré, unos zapatos y tampoco; la primera vez que me invitaron a la playa y dije que no porque no quería que nadie me viera en bikini y todas las veces posteriores que dije que "no" por exactamente la misma razón; todos los toboganes y columpios que nunca pude utilizar; todas las dietas que empecé y abandoné, y todas las nutricionistas que me decían que estaba obesa y enferma, contribuyendo a que todo empeorara; la primera vez que pensé en todo tipo de soluciones bruscas para adelgazar; la primera vez que miré el abismo de un puente como una posible salida; la primera vez (y no la última) que un amigo me dijo que saldría conmigo si no fuese gorda, que a su vez coincidía con la primera vez que oía que tenía que ser "deseable" para los hombres; la desesperación de no encontrar ni una maldita cosa que te guste de ti misma y por eso odiarte más y más, porque crees que como tú, nadie será capaz de ver nada bonito en ti, ni por dentro ni por fuera...





Odio los spoilers. No los haré. Me limitaré a recomendar esta serie y ya. 

Sin embargo, tengo que decir que My Mad Fat Diary es más que una simple serie para adolescentes. Gran parte de su discurso ES real y sirve para comprender mucho de lo que vivimos las personas gordas. Tanto, que por su culpa estoy revuelta, destripada, con el corazón en un puño; porque de repente me quité diez años de encima y he vuelto a los 16, a las inseguridades, las revoluciones hormonales y el acné. Me ha atormentado por completo. Es real. Es real y hermosa. Y es que te pasas toda la vida creyendo que eres la única que se siente así y un día te das cuenta de que somos miles, que casi todas vivimos la gordura de la misma forma. Y casi sin querer, otro día, encuentras una serie que relata tus pensamientos y experiencias perfectamente, y piensas: "¡Me cago en todo! ¡Ojalá hubieras existido antes amor! ¡A mis 16!"


Identificarse, verse representada, sentirse, curarse. Katarsis.


Estoy segura que, salvando las inevitables distancias, toda gorda que vea esta serie se sentirá reflejada en esa oscura frustración de haber sentido a la gordura como un vestido que deseabas quitarte fácilmente con sólo desabrochar un botón o bajar una cremallera; no porque no pudieras gustarte así, sino porque, tristemente, nos hacen ver la gordura como la fuente de todos nuestros problemas.

Menos mal que con el tiempo te das cuenta de que estás equivocada: el problema no es tu cuerpo, el problema está afuera. 

Y ahí My Mad Fat Diary deja el mejor mensaje: el amor propio es un trabajo durísimo y constante en una sociedad que te grita todo el tiempo que estás mal, que no perteneces a este lugar, que no encajas en la norma, que no eres deseable ni querible big lady.

Un trabajo duro, sí. Pero imprescindible.

Tú no eres tu enemiga mi gorda linda. Los enemigos son ellos.

Que el mundo te banque como eres o que se vaya a la mierda.

Resistencia.


lunes, 16 de diciembre de 2013

El Carpe Diem y la ideología capitalista del "presente".

Hoy tuve una de esas clases que te dejan enroscada la cabeza, como si tu cerebro estuviera formado por miles de nudos en un único ovillo de lana imposible de desenredar.

El tema en cuestión: el tiempo.

¿Cuál es el tiempo que nos ocupa? ¿En qué tiempo pensamos y nos preocupamos? 

En mi caso, en mi recorrido político me han marcado mucho dos autores, cada uno mirando hacia un lado: Marx mirando al futuro, Walter Benjamin mirando al pasado. Pero eso sí, ambos buscando lo mismo: la liberación de la clase oprimida. El proletariado no tiene nada que perder salvo sus cadenas, y parece que la historia se encamina indefectiblemente hacia un futuro en el que, después de la revolución, llegue la vida armoniosa con el mundo y con la sociedad, exenta de explotación. Walter Benjamin, de escuela marxista, expondrá sin embargo en sus Tesis de la Filosofía de la Historia, que el motor de la revolución no está en la mirada hacia el futuro, sino hacia el pasado, pues la meta es vengar o redimir a todas las generaciones de personas explotadas y silenciadas de toda la historia.

Y acá llegamos al quid de la cuestión: ¿cuál es el tiempo de la ideología de la dominación? ¿en qué piensan los opresores? ¿en qué piden que pensemos?

La respuesta es sencilla: en el PRESENTE. 

La ideología del presente es la columna vertebral del sistema capitalista, el sistema económico que nos oprime. Él nos grita por todos los medios: ¡carpe diem! ¡piensa en el presente! ¡gasta! ¡consume! ¿qué más da hipotecarse? ¡no hay mañana! ¡no existe el pasado!

¿Y qué implica todo esto? 

Implica que pienses en ti, y en NADA MÁS QUE EN TI. Implica que tu vida, tu hoy, este minuto mientras me lees, es único e irrepetible, y como no tienes nada más, porque no hay pasado ni futuro, no querrás gastártelo en nada ni en nadie que no seas tú. No regalas tu tiempo. No pierdes tu tiempo. Nos dicen que la vida pasa demasiado de prisa como para pararse a pensar de dónde vienes y hacia dónde vas, y terminamos pensando que "mi proyecto vital, mi individualidad, es lo que debo proteger", "no tengo tiempo para los demás".  Y aquí es que mueren todas las posibilidades de ser solidarixs. Porque la solidaridad es dar mucho. Sobre todo tiempo.

Individualismo puro y duro. Individualismo posesivo con tu vida. Levanta vallas, rejas, portones, muros. Protégete. Que todo le pase a otro. Que la violencia llegue a otra. Mientras no me pase a mí no hay problema. Yo protegida. Yo en orden. Yo en paz. Yo en mi casa. Yo, yo y yo.

La vida se convierte en hoy, ya no es un trayecto familiar, una historia colectiva, un proceso social, sino un conjunto inconexo de "hoy"s individuales. Es decir, vivimos una suerte de vida fragmentada en diferentes momentos cotidianos, sin identidad unificadora (pues no formamos parte de nada). Nos vendieron la moto del carpe diem y la gente (en su mayoría) ya no se instala en los grandes "relatos" de vida, ya no sueña revoluciones, no se siente parte de un lugar, no escucha a sus abuelas, y, así, la historia de hace cincuenta años es ya papel amarillento... ¿cómo no serlo? ¡si ya nos es ajeno el ayer!

Ya no nos ponemos etiquetas. Pero no es que hayan pasado de moda. Es que perdieron su razón de ser, su tiempo y su lugar.

Nada tiene principio ni fin. El capitalismo tampoco. El sistema se nos muestra intemporal: nunca empezó, nunca terminará. No luches. No podrás con él hoy, por lo que no podrás con él nunca. Así que Carpe Diem.


Velocidad, velocidad, velocidad. El frenesí de la vida sin buscar la liberación. El frenesí de la vida encadenada. Gasta. Consume. No hay mañana. Gasta.

Esta ideología difundida por películas, libros, teatro, medios de comunicación, etc., es la pieza clave del puzzle, el gran ancla que nos mantiene inmovilizadas frente a un sistema económico voraz. El tiempo es ese cambio constante para que se cumpla esa ya conocida frase de "todo cambia para que todo siga igual". El tiempo es la amenaza de la muerte. El tiempo es miedo. Y el no-mañana... urgencia.


Y las que militamos en colectivos sociales y políticos, ¿estamos liberadas de esto? Evidentemente no, tampoco. ¿Acaso no tienen últimamente la sensación de que todo se convoca y desconvoca muy rápido? ¿Que estamos en tantas luchas que no hay tiempo para luchar por todo? ¿Que tendemos a montarnos chiringuitos de comodidad? ¿Que nos adherimos a cientos de convocatorias como si no hubiera mañana? ¿Que somos incapaces de respetar los procesos de la gente o de los colectivos o las ideas?

Hace tiempo que dejé de creer en la coherencia interna. Estoy tan llena de contradicciones que solucionarlas siempre me pareció una utopía. Somos seres fragmentados, la fragmentación es parte de nuestra vida actual, del ser posmoderno o postmetafísico (no como ideología, sino como tiempo en el que nos tocó vivir). 

Tendrá sus cosas positivas, supongo, su punto erótico de trasgresión... pero hoy encontré la parte más negativa: tenemos la urgencia pegada a la piel como un virus del que no podemos deshacernos, la urgencia desesperante, la urgencia ansiosa, taladrándonos duramente el cerebro mientras nos sentimos impotentes. Es verdad que este mundo y este momento en el que vivimos necesita de cambios urgentes, pero Roma no se construyó en un día. La velocidad es mentira, estos ritmos son mentira. Nada más urgente, hoy, que romper con estas creencias. El mundo necesita sujetxs que se rebelen contra el modelo de pensamiento que se propaga desde el poder, ese pensamiento inmovilista e insolidario de "la vida no es más que hoy". 

Y quien me dice que no tengo mañana, todavía no ha visto lo que yo veo: el amanecer libre en los ojos de mi abuela... el amanecer libre en los ojos de mis hijas.

La herencia del pasado.

La luz del futuro.

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“¿De dónde vendrán todos? ¿Dónde están ahora?”
Pero a estas preguntas hay que sonreírse y res­ponder: 
“No puede estar sino donde toda realidad ha sido y será, en el presente y en lo que viene.”
Por consiguiente, en ti, preguntón insensato, que desconoces tu propia esencia y te pareces a la hoja en el árbol cuando, marchitándose en otoño pen­sando en que se ha de caer, se lamenta de su calda, y no queriendo consolarse a la vista del fresco verdor con que se engalana el árbol en la primavera, dice gimiendo: “No iré yo, serán otras hojas.”
¡Ah, hoja insensata! ¿Adónde quieres ir, pues, y de dónde podrían venir las otras hojas? ¿Dónde está esa nada, cuyo abismo temes? Reconoce tu mismo
ser en esa fuerza íntima, oculta, siempre activa, del árbol, que a través de todas sus generaciones de ho­jas no es atacada ni por el nacimiento ni por la muerte. ¿No sucede con las generaciones humanas como con las de las hojas?

A. Schopenhauer 
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Actualizado el 17 de diciembre del 2013.

sábado, 7 de diciembre de 2013

Mariposa

Llena de dudas o de miedos
o de ambas cosas, distintos extremos
te encontré palpitando a pecho abierto
echada en el suelo mirando el cielo

que hay poca verdad y mucha mentira, me decías
que odias tener que elegir una sola vía
que hay muchos caminos en la vida
como pa'tener una sola estrella guía

vuela mariposa abre tus alas, vuela
que se apaga muy pronto esta candela
vuela mariposa hermosa vuela
elige siempre las mil veredas
vuela, vuela

a veces la intensidad de este maldito reloj
es demasiado peso pa'ese frágil corazón
respira hondo a pleno pulmón, por favor
te prometo que pronto se acabará este dolor

vuela mariposa abre tus alas, vuela
que se apaga muy pronto esta candela
vuela mariposa hermosa vuela
elige siempre las mil veredas
vuela, vuela

Mariposa:
no naciste pa'estar encadenada
tu piel no soporta ningún tipo de amarras
la línea frágil entre ser libre y estar encerrada
son tus ojos, es tu fuerza, es tu voz
la tiranía del dolor sólo se vence quebrando la norma
haciendo que valga la pena esta luz
entre tanta sombra.

Vuela.

sábado, 23 de noviembre de 2013

Hablemos del privilegio de ser delgad@s

El texto expuesto a continuación (cuya fuente original es esta: http://everydayfeminism.com/2013/10/lets-talk-about-thin-privilege/?upw) ha sido traducido y difundido por las comunidades "Orgullo Gordo" y "Stop Gordofobia" en Facebook. Aunque no suelo subir al blog textos ajenos (por respeto a su autoría) en este caso me pareció oportuno hacer una excepción y compartirlo aquí, para que la versión en español de esta brillante reflexión sobre la gordofobia y el privilegio-delgado fuera difundida más allá de las fronteras de la citada red social.

-LaDobleEfe-







Hablemos del privilegio de ser delgad@s

Autora: Elisa A. Fabello
Traducción: Orgullo Gordo.
Corrección: LaDobleEfe.
 




Mido 1,60m y peso 56 kilos.
Mis medidas son 90-60-90.
Me pongo camisas de talla M, llevo una 38 de pantalones vaqueros, y (en caso de que se lo pregunte), tamaño 39 de zapatos. 

Nunca he entrado en una tienda de ropa en la que no haya podido encontrar artículos en mi tamaño.Nunca tuve que pagar más por un asiento de avión. Nunca nadie me ha rechazado como posible cita en función de mi cuerpo, ni nunca nadie se burló abiertamente de mí mientras me miraba comer unas papas fritas en público. Nunca he experimentado que un médico me recete "¡pierda peso para sentirse bien!"  como remedio a mis problemas.

Y puedo abrir un artículo con mis medidas y sin temor a ser enjuiciada.Yo camino por este mundo como una persona delgada. Y, como tal, nunca he experimentado discriminación por ser gorda, nunca he experimentado la gordofobia.

Dicho esto, quiero que sepas dos cosas: 1) Estoy escribiendo este artículo desde una perspectiva privilegiada, y 2) Yo no estoy aquí para condenar, culpar o avergonzar personas delgadas.

Pero creo que debemos tener una charla.

Sobre todo porque es muy fácil caer en excusas gastadas de por qué no estamos privilegiados - y esto se ve mucho cuando se aborda el tema de los privilegios de los delgados.

 "¿Cómo puedo tener un privilegio por ser delgada? 'Si me siento como una mierda con mi cuerpo todo el tiempo! ¡Eso no es privilegio! Además, alguien me llamó "piernas de pollo" el otro día, ¿en qué se diferencia eso de llamar gordo a alguien? Y de todos modos yo soy delgada porque tengo un desorden alimenticio, y creéme,  eso no un privilegio. "

Y yo escucho lo que dices. Pero creo que es hora de mirar estas excusas un poco más de cerca (y cómo no se sostienen en el gran esquema de las cosas) 



- Quejas y Opresión

Permítanme empezar diciendo esto: que hieran tus sentimientos es una mierda. Y yo nunca te diría que te lo "aguantes" o "superes". Porque sí, palos y piedras pueden romper los huesos, pero maldita sea, las palabras realmente pueden hacerte daño, y también las actitudes y comportamientos de los demás. No estoy aquí para decirte que sus agravios personales no importan. Más bien, yo estoy aquí para poner esos sentimientos en perspectiva. Y es que, simplemente, los impactos emocionales personales no son lo mismo que la Opresión. Opresión implica la subyugación sistemática de un grupo de personas a manos de otro grupo de personas que tiene acceso al poder social cuyo resultado supone beneficios para el grupo opresor, y se mantiene por las creencias y prácticas sociales."

En otras palabras, la opresión es un tipo especial de problema. Aquí tenemos cuatro razones para explicar esto:

1. Es omnipresente.
Se teje en todas las instituciones sociales, por lo que está incrustado dentro de la conciencia individual. Por ejemplo, si usted hace un chiste sobre gordos/as todas las personas a su alrededor van a entenderlo - porque la creencia cultural de que la grasa es algo de lo que hay que reírse está muy extendida.

2.  Restringe.
Los límites estructurales moldean significativamente las oportunidades de la vida de una persona y la sensación de que haya posibilidades más allá del control del individuo. Echa un vistazo a estos ejemplos privilegios de las personas delgadas. En virtud de no tener acceso a estos privilegios, la vida de las personas son más limitadas.

3. Es jerárquica.
Los grupos dominantes o privilegiados se benefician, a menudo de manera inconsciente, de la pérdida de poder de los grupos subordinados o acosados.
Piense en el ejemplo que di antes de no ser tenida en cuenta como una posibilidad para citas. Yo me beneficio de la gordofobia porque soy más propensa a tener mensajes de Cupido, ya que mi cuerpo está en el cuadro de "tipo de cuerpo delgado o aceptado". Así, tengo más posibilidades de conseguir una cita.

4. El grupo dominante tiene el poder de definir y nombrar la realidad.
Es decir, que determinan el status quo: definen qué es "normal", "real" o "correcto".
Echa un vistazo a (casi) cualquier maniquí en las tiendas o revistas de moda. Si la delgadez se anuncia como el statu quo, entonces se está poniendo a las personas delgadas en posiciones de poder cuando se trata de determinar cuál es "la media" (o "lo preferible").


Cuando hieren tus sentimientos -que son legítimos, no se pone en duda tal cosa - no es el resultado de una subyugación. Las actitudes negativas hacia ti como una persona privilegiada, no son penetrantes, restrictivas o jerárquicas.

Tú no te estás perdiendo nada sólo porque las palabras, acciones o creencias de alguien tienen un impacto emocional en ti. Cuando lo superas (aunque te cueste años, que también puede ocurrir) ya fue, ya pasó. Pero la opresión no funciona de la misma manera. La opresión nunca desaparece porque donde quiera que vayas, todo lo que ves y todo lo que conoces, la reitera y la refuerza. Y esa es una diferencia significativa.




- Sin embargo, las personas delgadas pueden odiar sus cuerpos

Hice un video este verano llamado "Cómo conseguir un cuerpo bikini". Repetía en él el mantra corporal positivo "¡Pon un bikini sobre su cuerpo!". Y la gente se apresuró a comentar que mi mensaje pierde su significado porque mi cuerpo se adhiere a los estándares de belleza sociales. "Fácil para ti decirlo", dijeron. Y eso me molestó.

Porque yo pensaba algo así: "Las personas delgadas también pueden odiar a sus cuerpos, ¿sabes? Sólo porque la gente piense que es "perfecta", no significa que esa persona no tenga una lucha con su cuerpo".

Pero luego me di cuenta de que ellas tenían razón.

Porque aquí está la cosa: ¿Puede una persona delgada luchar con su cuerpo? ¿Puede una persona delgada estar en guerra con su propia imagen? ¿Puede una persona delgada odiarse al mirarse en el espejo? Absolutamente .
¿Y eso importa? Absolutamente. Pero la diferencia entre estos sentimientos negativos y la gordofobia es la siguiente: La única persona que se preocupa acerca de si me voy a encontrar con los estándares de belleza o no soy yo. Y esto no es así para la gente gorda.

Cuando no estás delgada la gente en la playa, en realidad, se ofende. Cuando no estás delgada, la gente realmente cree que no deberías ponerte un traje de baño. Cuando no estás delgado, las personas de hecho, hacen de tu cuerpo su obligación moral. Y aunque tu lucha interna es real y significativa, el punto es: Puede que tú odies tu cuerpo, pero la sociedad no lo hace.

Este es el privilegio de los delgados.



- Pero-Pero-Pero- ¡Vergüenza delgada!

Antes de que piensen que voy a ignorar o no socavar el acoso escolar involucrado en la vergüenza delgada, permítanme asegurarles: No voy a hacer eso.

Permítanme referirme aquí y ahora (y en voz alta) que nadie jamás debe avergonzarse de su cuerpo. Creo de todo corazón que la comunidad cuerpo-positivo tiene que estar abierta a todo tipo de cuerpos . Y absolutamente, es un problema que haya personas que se dediquen a burlarse de los cuerpos delgados.

Yo nunca diría que esas pullitas como "piernas de pollo" o las insinuaciones como "debe tener un trastorno alimentario" no son dañinas o que sus efectos no son de largo alcance. Porque lo son. Pero lo que voy a argumentar es lo siguiente: aún con lo horrible que es la vergüenza-delgada (¡y lo es!) lo que lo hace diferente es que ésta no implica un omnipresente temor u odio de los cuerpos delgados. Y si bien sus efectos en las personas son ciertamente influyentes, no es restrictivo a nivel social.

Quiero ser clara en dos teorías que explican cómo la vergüenza-delgada es fundamentalmente diferente de la vergüenza-gorda:


1. Acoso flaco como respuesta al acoso gordo

¿Alguna vez has oído hablar de la frase supuestamente empoderadora "Las mujeres de verdad tienen curvas?"? ¿Qué pasa con la vergonzosa afirmación de que "sólo los perros quieren huesos"? A las personas delgadas esto no les vuelve locas. Obviamente.

Las mujeres de verdad son tales porque se identifican como mujeres, tengan curvas o no. Y referirse a la pareja de alguien como un perro sólo porque les gusta el cuerpo de alguien es degradante. ¿Cierto?- Cierto. Pero este tipo de reclamos de orgullo gordo existirían si la grasa no fuera una cuestión de la que avergonzarse. Este tipo de frases y actitudes nacieron de una necesidad de decir "soy hermos@, también!". Constituyen una respuesta a las normas sociales. Y si bien se puede argumentar que están equivocados, en realidad están desafiando la gordofobia. Y aunque ciertamente no se debe alentar para que hagan desaires cuando les dé la gana, hay que recordar estas palabras de Lindy West: 'Estoy orgullosa de ser gorda' es una declaración radical. 'Estoy orgullosa de ser delgada' es el status quo.


2. Vergüenza delgada arraigado en el Sexismo

Es absolutamente cierto que, independientemente de cómo sean nuestros cuerpos, la sociedad ejerce un control policial sobre ellos. Y esto es así porque las estructuras patriarcales se benefician de dicho control policial. Y sin duda, la vergüenza-delgada tiene como raíz este tipo de sexismo.

La sociedad quiere que te des cuenta de que estar delgad@ es "in" - pero no demasiado delgada, no tan delgado - porque el objetivo es mantenerte insegur@.

Echa un vistazo a toda cobertura sensacionalista. "Fulana tiene celulitis!", título justo al lado de otro que dice "¿tiene un trastorno alimenticio?" . Y ambos transmiten el mismo mensaje: "¡Ew! ¡Qué asco! "

Por el amor de Dios, simplemente nunca lo conseguiremos. 

Y no es que quiera lanzarte una teoría conspiranoica, pero eso es exactamente lo que quieren. Ellos (y puedes  insertar cualquier persona que quieras en esa categoría de "ellos"- la sociedad, los medios de comunicación, la industria de la dieta, la junta ejecutiva de patriarcado, Inc.) quieren que las mujeres continúen persiguiendo metas inalcanzables. Pero la diferencia en este caso, radica en que la discriminación que experimentan las personas gordas por la grasa se encuentra en una  intersección entre este sexismo del que hablamos y la gordofobia. Es decir, es una segunda capa de discriminación.

Así, mientras que, sí, avergonzar a cualquiera está mal, es malo y sexista, avergonzar a alguien gord@ tiene sus raíces en factores adicionales que la vergüenza-flaca no tiene.

Así que no es lo mismo.



- Bueno, tengo un desorden alimenticio, así que 'el privilegio' no se aplica a mí.

El blog Esto es el privilegio delgad@ afirma: "Cuando hemos explicado que el privilegio delgad@ existe aunque la persona esté con trastornos alimentarios, algunas personas delgadas con trastornos de la alimentación se han ofendido". Y yo entiendo por qué. Es que tener un trastorno de alimentación es algo grave. Y cuando alguien se siente atrapad@ y controlad@ por su cuerpo, cuando ha alcanzado ese nivel de conciencia de sí mism@, cuando estás sufriendo cada día para salir adelante, es poco probable que sientas estar experimentando un privilegio. Y es que un trastorno de la alimentación puede sentirse como una maldición.

Pero, como el mismo blog explica, "Creo que es importante tener en cuenta que su desorden alimenticio constituye su propio estatus de desprivilegio, y en este caso, las personas delgadas con [trastornos de la alimentación] fusionan la opresión que sienten por su falta de privilegios, con una negación del privilegio-delgado".

Esto es: la marginación que experimenta como una persona con un trastorno alimenticio es una consecuencia de la enfermedad, no el resultado de su cuerpo. Experimenta la enfermedad. Experimenta el estigma. Experimenta los síntomas y los efectos de su enfermedad. Pero eso no niega el privilegio delgado.

Un hombre negro puede experimentar el racismo y seguir beneficiándose de su privilegio masculino. Una mujer de cuerpo sano puede experimentar el sexismo seguir beneficiándose de su privilegio de tener un cuerpo sano.  Un granjero blanco pobre puede experimentar el clasismo y seguir beneficiándose de su privilegio blanco.Una persona con un trastorno de la alimentación puede experimentar ablación y seguir beneficiándose de su privilegio delgada. Estar marginad@s en un área no significa no poder tener un privilegio en otra área.
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La cuestión de los privilegios puede ser una cuestión difícil de hablar. Es fácil ponerse a la defensiva cuando confundes el hecho de que alguien te pida que revises tus privilegios, con que se estén metiendo en tu vida. Pero la conclusión que debemos recordar es la siguiente: ¿Están mis experiencias negativas relacionadas con mis quejas sobre mi propio cuerpo o son problemas generalizados a nivel social?

Si pones tu privilegio-delgado en revisión, serás capaz de reconocer que la mayoría de las veces tus problemas caen en la primera categoría.


[Melissa A. Fabello, Editora de "Feminismo Todos los días", trabaja en  prevención de la violencia doméstica y educadoción sexual, trastorno de la alimentación y la imagen corporal; activista y blogger con sede en Filadelfia. Licenciatura en Inglés por la Universidad de Boston y con maestría en Educación en Sexualidad Humana de la Universidad de Widener. Se le puede contactar en Twitter @fyeahmfabello.]

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* Las negritas y las cursivas son de la autora del texto.
** Los enlaces adjuntos son de la autora del texto.
*** Las arrobas y demás recursos lingüísticos inclusivos son de la correctora (LaDobleEfe)