martes, 14 de mayo de 2013

Si no puedo perrear no es mi revolución


Más de una se tirará las manos a la cabeza al leer el título de este texto, pero mis motivos tengo, y acá van...

Si no puedo perrear no es mi revolución*
por M. Piñeyro.



Y no soy tuya, no soy cualquiera,
soy lo que quiero ser con estas caderas...

Desde numerosos frentes es criticado el reguetón, por su nivel musical, por difundir mensajes violentos, por ser una música comercial al servicio del capitalismo, por ser machista... la lista es muy larga. Centrándonos en la mujer: se ha dicho que el reguetón expone a las mujeres a nivel de un objeto, se da una predominancia masculina (y machista) en él, y es muy común que nos denigre en sus letras y sus bailes. Pero, ¿qué hay de cierto en estas palabras? ¿hasta dónde es el reguetón per se música machista?

Ha pasado algo de tiempo -aunque sean muy comunes las reminiscencias- desde que una mujer se convertía automáticamente en una puta por bailar libremente, de forma sensual o sexual, o puta por moverse con libertad; una libertad que nos ganamos, a pesar de que hoy sean muchas las personas que dicen lo mismo de quienes bailan libremente el reguetón o perrean (un baile con connotaciones sexuales explícitas)[1].

Sin embargo, debemos reconocer que nos vendieron una libertad que no lo era tanto: de la libertad de bailar como quisiéramos, a que nos convirtieran en un objeto sexual al servicio del capitalismo-patriarcal hubo sólo un paso. Basta con echar un ojo a los videoclips musicales para ratificar la predominancia de mujeres desnudas o semidesnudas en bikini bailando, siguiendo y adulando al macho-cantante; la mujer convertida en espectáculo que se compra y se vende (clarificador y horroso ejemplo aquí), mientras pasan inadvertidas letras como "Quiero bailar" de Ivy Queen que habla del placer del baile y el control de la mujer de su propio cuerpo. Entonces, ¿dónde está el límite entre la libertad y el convertirnos en objetos sexuales de compra-venta?

A esto además, debemos sumarle un gran problema: y es que la mayoría de las veces como contrapartida (o crítica) a esta mujer-objeto que perrea al lado del macho-cantante, se coloca a una mujer-santa: esa que siempre se ha entendido como la "mujer buena", la que no muestra su cuerpo, que no baila sensualmente, buena madre o buena esposa, delicada y para ser tratada con delicadeza, esa que no mueve las caderas en una discoteca o verbena. 

Es aquí donde aparece el error que pretendo subsanar en los siguientes epígrafes y que explican por qué si no puedo perrear no es mi revolución:


1. Bailar/perrear sensualmente no nos convierte en malas-mujeres

La contrapartida a la mujer-objeto no puede ser la mujer-santa, ambas son modelos de mujer que nos reprimen: una porque queda reducida a florero, la otra a mujer del hogar, pero ambas sin deseos, sentimientos, motivaciones, libertad... 

Es muy común que se utilice a la mujer-santa para criticar al reguetón, hablando de "ofensas" contra las mujeres, y que a las mujeres hay que dedicarles "poesía" (como dice esta canción de Dame Pa Matala[2]), "tratarlas bien", "protegerlas", "cuidarlas", etc: un discurso con claras pretensiones de reconducción a la norma de lo que se considera "buena conducta" en una mujer; dos caras de la misma moneda patriarcal que reducen a la mujer a la mirada del hombre y anulan su independencia.



 2. Objeto de deseo.

La objetivación de la mujer pasa por anularle su individualidad, convertirla en un objeto que deja de ser persona para ser vendida al mejor postor. Al quitarnos la individualidad, la personalidad, la identidad, se borra todo lo que ello conlleva: la mujer se convierte en un objeto inerte, sin inteligencia, ni deseo, ni pasión, que sólo sirve para ser admirada (más info aquí). 

La sexualidad femenina queda con ello en segundo -o nulo- plano: el deseo sexual, lo que le gusta o disgusta, o lo que le apetece hacer o no. Y es ahí donde radica el problema de la objetivación: al convertirnos en objeto dejamos de ser sujeto, y al dejar de ser sujetos no podemos ser sujetos de deseo, es decir, tener deseos sexuales y decidir sobre ellos.

3. Sujeto de deseo y la mirada del otro.

Anularle el deseo sexual a las mujeres no es algo nuevo[3]: durante mucho tiempo se le ha quitado a las mujeres el derecho a ser sujetos de deseo y parecía que se vislumbraba un pequeño destello de libertad en el reguetón (y sucedáneos) que reconocía a la hembra que baila juguetona, libre y libertina... Pero la apariencia de mujer libre, sensual, loba, se convirtió en cadenas, al reducirse todo a una imagen sexual de videoclips para satisfacer el deseo del macho que mira la TV. 

Por eso hay que dejarlo claro: ser sexys no es malo, lo carnal no es malo, ser lobas no es malo, follar no es malo, la desnudez no es mala, la minifalda no es mala, bailar/perrear sensualmente no es malo, por el contrario, es parte de nuestra libertad como mujeres. Lo malo es cuando no lo hacemos por placer/deseo propio sino por el placer de otro que nos convierte en objeto de compra-venta, o cuando caemos en esa delgada frontera que hace que basemos el placer propio en el placer del otro que nos trata como mercancía. 

En otras palabras: el fallo está en basar nuestra propia satisfacción como mujeres en ser ese objeto de deseo impuesto; es decir, cuando no nos sentimos mujeres (atractivas, sexys, satisfechas) sino es a través del éxito en la mirada del hombre, que, por otra parte, no es más que la mirada del propio sistema[4]. 

Esta situación, este discurso, es muy peligroso: la autoestima propia jamás puede pasar por la mirada del otro (y hay que huir todo lo que se pueda del imperio de los cánones estéticos y patriarcales) porque eso puede conllevar a no actuar siempre por nuestra propia voluntad y a adaptarnos a la voluntad del otro fácilmente, aún cuando ésta contradiga lo que sentimos o pensamos o tenemos ganas de hacer.

Para cerrar este epígrafe, una canción de Miss Bolivia:
"En la pista me di cuenta que me reía
bailaba sola o con mis amigas
no viniste porque te aburrirías
no paré de moverme con cualquier melodía
Iluminada, no importaba si tú no estabas
todo se prendía fuego, yo me divertía
bailaba con la gente que no me conocía
y decidí entregarme al ritmo que me convertiría
en esta loca, la que se mueve, 
la que tiene el alma viva,
la que no se detiene... "
...

Estoy segura de que el gran día en que muchas mujeres toquen reguetón y se creen letras distintas y combativas, esta música se convertirá en un grito de guerra feminista. De mientras me desmeleno con cualquier tema reguetonero[5] que suene, me muevo al ritmo de la música que marca el compás de mis caderas y el sudor de los cuerpos, bailo con cualquiera y con quien quiero, libero el cuerpo y la mente en las noches que devienen en bacanal, porque hace tiempo que los hombres no pueden controlar ni reprimir mis movimientos corporales y porque hace tiempo que la Iglesia no da fuego: ¡el fuego se lo damos nosotras!

¡Atrévete! ¡Callejera Street Fighter!




DALE ALTA YAAAMAAA!! 





* Frase de June Fernández @marikazetari 
[1] Dudo entre si ganamos el derecho a bailar libremente o a autodenominarnos putas libremente, y que no nos tiemble el pulso cuando de la libertad de nuestros cuerpos se trata. Como dicen por ahí: "si ser libre es ser puta, entonces soy reputa".
[2] Esta canción, aunque considero que hace la crítica correcta, no da la respuesta correcta al cumplir la norma de enfrentar a la mujer-objetivizada la mujer-santa.
[3] Una curiosidad al respecto: durante el franquismo, a diferencia de los homosexuales hombres que eran reprimidos en cárceles,  las lesbianas eran enviadas a reformatorios y conventos, en un intento de anularles su deseo; no eran delincuentes, eran pecadoras; y su pecado era tener deseo sexual; eran mujeres malas que se habían salido de la norma.
[4] Hay que tener en cuenta que hoy en día el concepto de "objeto de deseo" tiene la connotación represora en el hecho de estar -además- reducido a los cánones estéticos estrictos establecidos por el sistema capitalista-patriarcal. El sistema económico capitalista juega un papel fundamental en la objetivación de las mujeres ya que, sumando a los cánones estéticos y los principios morales patriarcales, presenta todo un mundo de significados que utiliza para vender sus productos, a la par que implanta los estereotipos estéticos y la norma que se retroalimenta constantemente desde y hacia él, marcando severamente el imaginario colectivo.
[5] o cualquier otro ritmo que provoque

9 comentarios:

  1. gracias a vos por la música y por pasarte a leerlo! :D

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  2. ¡Excelente! Aplausos de pie.
    Me identifiqué demasiado.

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  3. Hola, querida. Al final en su día no te dejé comentario, me despisté. Esta semana he publicado un post explicando cómo lo vivo, y me han recordado el tuyo. Esto es lo que he escrito: http://gentedigital.es/comunidad/june/2013/07/24/si-no-puedo-perrear-no-es-mi-revolucion/

    Tu post me ha parecido muy interesante. Me quedo sobre todo con el tema de objeto vs. sujeto. Me hace gracia que me digan que si yo me pongo a bailar porque quiero de una determinada manera y disfruto, y estoy centrada en mi disfrute, eso me convierte en un objeto. Los machistas me podrán percibir como un objeto, pero asumir que eso me objetualiza significa negar mi agencia.

    Besos

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    1. Hola! A mi también me habían comentado de tu artículo y ya lo había leído ;)
      Me gustó el análisis desde tu perspectiva de vasca buscando otras formas de cntacto y relación (es cierto q hay una gran diferencia en este aspecto entre europeas y latinoamericanas).

      En cualquier caso, a ver si seguimos combatiendo esa idea propagada de que las mujeres somos todas objetos o putas (o las dos cosas) por bailar como (y con quien) nos da la gana.

      Gracias por pasarte a comentar. Besos para vos tbn.

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  4. Increíble artículo me he quedado impresionada. Un buen texto, y creo que como algunas mujeres debemos dejar fluir parte de nosotras mismas y dejar a un lado este prejuicio que nos hace llamar "Perfectas Misóginas"; no comulgo con el reggaeton y mucho menos con sus deribados porque no me gustan, sinembargo este tipo de artículos hicieron cambiar parte de mi perspectiva hacia las chicas que bailan porque quieren y porque las hace sentir libres fuera de la mirada machista. Felicito a quién se le propuso hablar sobre esto. Saludos :)

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