martes, 9 de diciembre de 2014

Jenny Marx (¡no al marx-chismo!)

"Teniendo condiciones económicas y sociales, ofrecidas por su familia, para haber ocupado otra posición social, la bella baronesa prusiana las rechazó todas y cada una de ellas y aceptó, sin embargo, permanecer para siempre junto a Marx, le dio su amor y su cariño, consagró su vida al servicio de su marido y de su prole. Pero sobre todo, y  ahí radica la importancia de ésta mujer,  le procuró la estabilidad, la paz, el sosiego y la despreocupación doméstica necesaria y suficiente  para que él se consagrase a  la creación,  inmensa, teórica y política que ayudaría a cambiar el mundo"***



Como el 99% de las mujeres que se casan (y encima aguantan hasta el final su compromiso) Jenny Marx tuvo una vida bastante miserable junto a su esposo, Karl Marx. Tanto es así que el propio Karl Marx, cuando su hija Eleanor comenzó a salir con el socialista radical Lissagaray (¡un anarquista! según Karl), se opuso a la relación fervientemente (aunque ella como buena socialista feminista se rebeló contra la opinión de su padre e hizo lo que le salió de los ovarios). Muchos creían que la oposición de Marx venía porque el susodicho era anarquista (¡razón de peso! ¡válgame dios! ¡un anarquista!) pero la realidad -según la propia Eleanor- es que Marx temía que ese señor socialista-radical diera a su hija la misma miserable vida que él mismo le había dado a su amada Jenny. Porque sí. La quiso mucho. ¡Pero vaya mierda de vida!

Jenny y Karl vivieron juntos no sólo la muerte de varios de sus hijos y la pérdida del respaldo económico de la familia de ella por irse con este barbudo, sino que encima la persecución política a la que fue sometida Karl (¡por ser tan crack!) implicó que tuvieran una inestabilidad económica absoluta durante toda su jodida vida (dependiendo enormemente de las ayudas del camarada Engels), llevándoles -entre otras cosas- a la emigración, a la miseria y al hambre. Eso sí, cuando había algo de pasta -cuenta Eleanor- se daban unos grandes banquetes en su casa, donde los Hombres hablaban de política y economía (y sólo dos mujeres -sus hijas- participaban), rodeados de abundante comida y buen vino... (¡vamos! ¡que se tomaban hasta el agua de los floreros!) Y luego, con la resaca, vuelta a la miseria. 

De Rubén Maldonado [Hysteria.mx]
Jenny era una chica fina, culta, amante de la literatura y la filosofía, de clase alta. Ella y Karl se enamoraron -cuenta la historia- porque se lo pasaban en grande de jovencitxs hablando y debatiendo por ahí (las ideas revolucionarias fluyen... ¡y enamoran, oiga!). Cuenta la historia que ella dejó todo por amor (como bien nos enseña el patriarcado) y pasó a formar una familia, criar hijos y cuidar una casa. Y aguantó todo... Todo. Aguantó incluso -dicen las malas lenguas- hasta un posible hijo bastardo de Karl con la empleada doméstica.

Repetimos: Como el 99% de las mujeres que se casan (y encima aguantan hasta el final su compromiso) Jenny Marx tuvo una vida bastante miserable junto a su esposo, Karl Marx.

Madre abnegada, cuidadora de la prole, descanso del guerrero socialista, transmisora de paz y de sosiego al pensador... puede que sí. Pero nada que exaltar, festejar o de lo que jactarse: el machismo de izquierda o con fin revolucionario, sigue siendo machismo.

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*** Fragmento del post lamentable del PCPE sobre la vida de Jenny Marx: http://unidadylucha.es/index.php/mujer/mujer-nueva/1096-pilimin


[La mayor parte de lo expuesto aquí está basada en el libro "Eleanor Marx, hija de Karl", de María José Silveira. (Txalaparta: Nafarroa, 2006)]

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