sábado, 23 de marzo de 2013

Cuando resulta que la abuelita también era lobo...

(Por M. Piñeyro)

Las mujeres suponen el único colectivo oprimido de nuestra sociedad 
que convive en asociación íntima con sus propios opresores.
Evelyn Cunningham

Hace un par de años, en una visita que hice a una ciudad de España, conocí un centro social okupado que se llamaba “El Hospi”, un hospital abandonado que un grupo de personas quiso recuperar para la gente de la zona en forma de centro socio-político-cultural (si mal no recuerdo). Los Hospi-talarios miembros de este colectivo nos trataron genial a todas las personas que estuvimos rondando el centro aquellos días, y tuvimos tiempo de charlar sobre muchas cosas. Recuerdo en concreto a una chica, que me contó que había otro centro social okupado en la ciudad, pero que ellos, los del Hospi, se habían desvinculado desde hace (por aquel entonces) unos meses.

Cuando me dijo el motivo de la desvinculación, flipé: ella misma había recibido una agresión sexual en dicho centro y cuando lo comentó en la asamblea del mismo, no todas las personas presentes la apoyaron e incluso algunos la cuestionaron. Y quienes la apoyaron, se fueron del centro con ella.

Realmente cuando suceden este tipo de cosas, creo que se dan tres reacciones a la vez: 1) ante la normalización, no extrañarse del hecho; 2) buscar excusas y justificaciones tales como “estaría borracho”, “estaría puesto/drogado/colocado”, etc.; 3) cuestionarse qué es una agresión sexual (y así poner en cuestión si lo que la persona en concreto sufrió es o no es una agresión sexual).

En el Centro Social Okupado y Autogestionado La Tabona, en La Laguna (Tenerife), hemos sufrido un hecho parecido al que me relató la compañera aquella vez, aunque la respuesta de la asamblea fue diferente. Una joven sufrió una agresión sexual por parte de un compañero de-y-en dicho centro. Como ocurre siempre en estos casos, pasó cierto tiempo hasta que ella lo comentó y todo salió a la luz (el miedo, el cuestionarse qué hacer cuando es un compañero de trincheras el agresor, cómo se lo tomarán los/las demás...). Pasó lo de siempre (porque es común lamentablemente) que al hablar una persona, seguidamente otras dos confesaron que les había pasado lo mismo, y así, hasta llegar a la friolera cifra de seis mujeres agredidas por la misma persona en distintos lapsos de tiempo.

Ante semejante situación (y la estupefacción al ser un compañero muy conocido en el centro), la solución propuesta por la asamblea del CSOA La Tabona fue la expulsión inmediata y la denuncia pública del agresor -con nombres y apellidos- en un comunicado que ha sido difundido por internet.

Cualquiera pensaría que es una acción-respuesta ejemplar, sin embargo, se dieron en internet las típicas reacciones que describía antes: normalización, justificación, cuestionamiento de las agredidas, tanto por parte de desconocidos, como por parte de amigos del agresor. Además, valga decir, que muchas personas aunque de acuerdo con la expulsión del agresor, no lo estaban con la denuncia pública con nombres y apellidos del mismo, o planteaban el hecho de por qué se nombraba al agresor y no a las agredidas.

Ante esto, creo que es necesario dejar claras las siguientes cosas, y las enumero para que se nos queden a fuego en la mente:

1. Agresión es todo aquello que limite mi libertad. Agresión sexual es todo aquello que limite mi libertad sexual (puede ser desde un grito en la calle, hasta una penetración). Basta con que una mujer se sienta agredida en su espacio vital para que hablemos de agresión.

2. Agresor es toda aquella persona que cometa cualquier acto contra mi libertad

3. No hay justificación para el agresor. Si no sabes beber no bebas. Si no sabes drogarte no te drogues.

4. La normalización de las cosas se da cuando éstas dejan de ser una excepción. Es decir, las agresiones sexuales a mujeres no son excepciones, ya son norma, son parte del tejido social, de su estructura. Y con esto hay que romper, definitivamente...; empezando por asumir que no hay escote ni minifalda que justifique una agresión, que las mujeres no somos un objeto o cosa a disposición, que NO ES NO.

5. No hay por qué hacer pública la identidad de las agredidas. No es lo mismo ser agresor que agredida. Las agredidas normalmente son señaladas, menospreciadas, juzgadas, cuestionadas, cuando todo esto debería hacérsele al agresor... encima, estos caminos llevan a sentir culpabilidad o responsabilidad en determinadas situaciones cuando realmente no tenemos por qué ... La acción necesaria era la denuncia pública del agresor, para que se sepa la verdad, para que esto no vuelva a pasar, para señalar el machismo característico de nuestra sociedad, latente incluso en los centros liberados y entre compañeros de militancia y amigos...
 Por último, no hay por qué dar los nombres de las chicas, porque no les podemos robar el derecho a pasar página.

6. No nos extrañemos nunca de que alguien cercano (amigo, hermano, novio, padre, tío, amigo, COMPAÑERO...) un día se muestre como agresor: el 81% de casos de agresión sexual se dan por conocidos, y el 44% en el entorno familiar. * [Este punto lo pongo especialmente para aquellas personas que, cuando se señaló al agresor en el comunicado de La Tabona, decían "No me lo puedo creer. ¡Pero si es mi amigo!"].

La respuesta del CSOA La Tabona fue la correcta, educando desde el ejemplo. Es muy importante señalar a los agresores y demostrar que ninguna agresión quedará sin respuesta. Así, los que vengan detrás se pensarán dos veces antes de poner una sola mano encima a una mujer. Ojalá el resto de centros sociales del Estado tomen recorte.


* http://www.diariodecadiz.es/article/andalucia/1044342/las/agresiones/sexuales/se/producen/entorno/familiar/y/casi/la/mitad/manera/reiterada.html



PD: "Soy tu amiga compañera, la que acosas en las fiestas de los centros liberados/ en el mundo existes tú/ ¿dónde quedo yo?"... 




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