viernes, 26 de septiembre de 2014

Anormal

Yo quería ser por siempre una adolescente. Bailar bajo la lluvia sin importar la gripe, bailar cada canción como si fuera la primera vez y no tener ni idea de lo que significa competitividad, flexibilidad laboral y mercantilización del conocimiento.

Yo quería ser una adolescente por siempre y pensar que esta cerveza y este cigarro lejos de destrozar mi cuerpo eran consumidos por mi bohemia alma y diluidos en sueños de colores que se transformaban en versos.

Yo quería ser adolescente para siempre y despertarme todos los días para seguir soñando. No creer nunca en las palabras diplomacia o diálogo. No creer nunca en el buen vestir para conseguir un trabajo. No creer nunca en la meritocracia para poder seguir viviendo.

Yo quería ser por siempre adolescente y no tener este cúmulo de experiencia que implica pérdida de inocencia y espontaneidad. Yo quería ser por siempre loca, irreverente, inadaptada, como esas pequeñas plantitas que nacen en el asfalto a pesar de que les digan ¡NO!
 
Yo quería ser por siempre una adolescente aventurera sin miedo, inconsciente del riesgo, sin previsión, pura perversión, dejándose llevar a pesar del tic tac. Que mi sangre caliente fuera la brújula de mis actos y no importaran la educación, la razón, la vergüenza, ni las palabras bonitas. 

Yo quería ser por siempre una adolescente. No saber lo que es la muerte y pensar que no llegaría nunca ni acercarse a mí esa maldita cagona. Y ser siempre juguetona, risueña, feliz. Y vivir a caracajadas incluso los momentos tristes. Que nada en este mundo pudiera vencerme, que nada pudiera conmigo y mi obsesión de enseñar los dientes al enemigo.

Yo quería ser siempre adolescente, no por la piel tersa, no por el pelo sin canas, sino más bien por tener la vida a estrenar, sensaciones por descubrir y mi cuerpo por conocer, en compañía y en soledad. No haber leído ni a Butler ni a Marx, y volver a sentir las cosquillitas en la panza al descubrir sus rebeldías.

Yo quería ser por siempre adolescente y que perder el tiempo fuera, en realidad, ganarlo. Ser una defensora a ultranza de la anormalidad y llevarla puesta las 24 horas. Y no sentir jamás esta presión en el pecho efecto de lo que el mundo espera de ti, porque, amiga: ya no eres una adolescente. 

Y conquistar la utopía día a día. Y no escribir sobre lo vivido y perdido sino sobre lo que haré.

Yo quería ser por siempre adolescente y decirle a Enrique Symns: yo sí veo en mis ojos los ojos de un tigre acechando el paso del tiempo. Y decirle a Sabina: ¿al lugar donde fuiste feliz no has de volver? ¡del lugar donde fuiste feliz no te vayas nunca! ¡¡Idiota!!

Ser siempre adolescente y tener todo por decidir: qué quiero ser, dónde, sin quien. Que mis All Star rotas fueran síntoma de pasotismo y paseo-ismo. Que una cerveza, una frase friki o un polvo fueran la solución para todo. Que la amistad fuera para siempre. Que la compañía no fuera una necesidad. Que mi abuela fuera eterna. Que la nostalgia no existiera.

Yo quería ser por siempre adolescente y tener la convicción de poseer en mis manos el poder de cambiar el mundo, así, con sólo un chasquido de mis dedos, sólo con mis ganas, mi deseo intenso, mi vómito de rabia.

Yo quería ser por siempre niña... y que las patadas de la vida nunca, nunca, me cambiaran.

_________________________

Dedicado a Keila y Carlos, por distintos motivos, pero con la misma cantidad de cariño,

Magda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario