Los hechos están cargados de teoría, la teoría de valores,
los valores de historia.
D. Haraway
D. Haraway
Los estudios con perspectiva de género sobre la ciencia suponen una revisión crítica del conocimiento científico desde el análisis de los valores sexistas y androcéntricos de la cultura occidental en la que el conocimiento se produce. Por esto, podemos decir que suponen un cuestionamiento profundo del modelo científico existente.
Dos aspectos son importantes dentro de estos estudios: a) suponen un análisis socio-histórico y contextualización de los sesgos androcéntricos y sexistas dentro de la ciencia, que nos permiten visibilizar en qué medida está distorsionado (por el androcentrismo) lo que la ciencia afirma como conocimiento riguroso y objetivo; y b) traen consigo un debate epistemológico que plantea posibilidades y alternativas al modelo actual.
El estudio de los sesgos de género en la ciencia ha sido llevado a cabo desde posiciones epistemológicas que podemos clasificar en tres grupos: el empirismo clásico, el empirismo feminista y las epistemologías radicales.
1) Empirismo clásico
Las empiristas clásicas admiten la existencia de factores externos que marcan sesgos, pero entienden que el recurso al método científico hace factible la detección y corrección de los sesgos de género. Para ellas, una correcta aplicación del método científico garantiza objetividad, neutralidad y racionalidad, por lo que una ciencia sexista es en el fondo una mala ciencia, una mala aplicación del método científico.
La solución sería, por ello, no hacer mala ciencia (de contenido ideológico), sino buena ciencia: hacer un uso correcto del método científico.
2) Empirismo Feminista
A diferencia del empirismo clásico, el empirismo feminista niega que la objetividad del conocimiento quede asegurada por el método científico: el método científico no es infalible a los valores culturales.
H. Longino (una de las representantes de esta línea) mantiene que el método científico no evita la incidencia de externalidades, aunque esto tampoco es motivo para descartarlo por completo como método para adquirir conocimiento (ni a éste ni a la ciencia en general). Sin embargo, sí debemos asumir que no existe una ciencia absolutamente objetiva y neutra, sino que lo que se presentan son grados de objetividad y racionalidad científica, pues la referencia a lo empírico se encuentra mediatizado por las asunciones o valores (background) de la comunidad científica en cuestión, sobre todo en lo que respecta a interpretación de los hechos.
En resumen, la ciencia es considerada por Longino como un producto de influencias externas y valores internos. Se da una filtración externa en la práctica científica que es contrarrestada por los valores internos de la comunidad científica (por ejemplo una herramienta de este tipo serían las normas de lo que constituye una práctica científica aceptable, útiles para paliar la influencia externa androcentrista).
Por su parte, Ruth Bleir, coincide bastante con la postura de Longino, pero da más énfasis a la influencia externa. Considera la ciencia como un producto social permeado por los valores que influyen en su práctica y la subjetividad que afecta a sus perspectivas y al método científico. Lo que nos queda es hacer el ejercicio de honestidad de explicitar las asunciones y asumir la apertura de las interpretaciones de cada estudio y sus significados, que cada nueva verdad es parcial, incompleta y dependiente culturalmente. Eso sí: los valores feministas harán posible una ciencia revolucionaria que elimine las jerarquías y fronteras existentes en la ciencia actual, y romperá con las prácticas que explotan y destruyen la naturaleza.
Los planteamientos de las empiristas feministas nos vienen a decir, en resumidas cuentas, que el conocimiento científico necesita múltiples perspectivas y recursos teóricos y analíticos, que hay cosas más allá de la lógica de la justificación y la reconstrucción teórica.
3) Epistemologías Radicales
Las epistemologías radicales parten de la consideración de la ciencia existente como producto social e ideológico, transmisora de la historia y los valores de la cultura patriarcal. Se entiende que es en sí misma el resultado de valores androcéntricos y misóginos, y que los científicos que participan en ella son meros transmisores de lo externo/ideológico, porque siguen siendo hombres pertenecientes a un género, raza, y clase social concretas.
Para entender a la ciencia como un todo ideológico sexista y androcéntrico algunas autoras (como E. Fee, C. Marchan o E.F. Keller) realizaron análisis sobre las metáforas fundadoras de la ciencia actual. Así como la metáfora de la naturaleza como máquina supuso la base de la revolución científica del siglo XVII, hay toda una serie de metáforas relacionadas con las rígidas dicotomías sobre las que se asienta la ciencia actual, tales como objetividad-subjetividad, sujeto-objeto, razón-emoción, mente-cuerpo, que derivan en una valoración positiva de una parte y negativa de la otra, donde la primera se corresponde con lo masculino y la última con lo femenino. Keller toma a F. Bacon como ejemplo, quien explica el método de una manera peculiar, de la mano de imaginería sexual: “no hay que tener escrúpulos en entrar y penetrar en aquellos agujeros y rincones cuando la inquisición de la verdad es el objeto total como su majestad muestra”. Esta métafora llena de agresividad y control, así como tantas otras, intengran la ontología, metodología, epistemología e ideología de la ciencia. Así, todo lo que derive de ella será sexista, pues las vigas sobre las que está edificada lo son.
Sobre estos análisis se asienta la idea radical de rechazar a la ciencia por completo y sustituirla por otra distinta, no sexista, no racista, ni clasista. Y es que una ciencia no androcéntrica sólo será posible si partimos desde supuestos epistemológicos, metodológicos e incluso ético-políticos muy distintos de los que definen la ciencia actual.
Este proyecto de nueva ciencia, por su parte, vendrá de la mano de la parte minusvalorada de todas las dicotomías: el signo de lo femenino.
>> La superioridad epistémica de las mujeres
Para confirmar a las mujeres como el sujeto de la nueva ciencia, las autoras intentan mostrar la existencia de capacidades epistémicas femeninas más adecuadas que las masculinas para la práctica científica, la cual (de la mano de aquéllas) sería más respetuosa y menos agresiva con la naturaleza y la humanidad.
Desde unas posturas biologicistas y bastante esencialistas, algunas autoras afirmaron la existencia de una naturaleza femenina superior a la masculina. Por ejemplo Gina Covina puso de parte las mujeres el argumento biologicista de la lateralización cerebral que siempre se había utilizado en su contra: considerando que un mayor desarrollo del hemisferio izquierdo del cerebro (lo abstracto, matemático y lógico) sucede en los hombres, y uno mayor en el derecho (lenguaje y sentimientos) en las mujeres, se da una relación diferente entre unos y otros con los objetos, con los humanos y con la naturaleza. Mientras que los hombres marcan la distancia sujeto-objeto, las mujeres desarrollan una relación más empática con el entorno, y esto las hace portadoras de una superioridad epistémica que les permitirá realizar una ciencia distinta.
Con argumentos relacionados con el psicoanálisis se encuentran teóricas como N.Chodorow, D.Dinnerstein, J.Flax o E.F.Keller. Éstas basaron sus posturas en los estudios de Klein, quien mantuvo que el yo se constituye como unidad a través del proceso de diferenciación del objeto primario representado por la madre. Este proceso de diferenciación es distinto en el niño y la niña, pues el yo del niño se constituye desde la lejanía y la oposición a la madre, marcando una distancia rígida entre el yo y el otro, mientras que la niña, por el contrario, lo hace desde la identificación y la cercanía, sin control ni separación, donde el yo y el otro es lo mismo. Según Keller, el método y la racionalidad científica poseen las características del yo masculino, así como sus relaciones con los otros y con la naturaleza. Así podemos entender que, debido a que la ciencia es, al igual que otras prácticas de nuestra vida, una actividad con carga moral, la ciencia que elaborasen las mujeres tendría las cualidades del yo de las mujeres: más emocionales, menos dicotomizadores, más nutrientes y menos interesadas en el poder y el control.
Por su parte, las postmaterialistas (pensadoras del materialismo histórico) basarán en las condiciones materiales de vida la explicación de las diferencias epistémicas entre hombres y mujeres. Para ellas hay una diferencia elemental entre el trabajo realizado por las mujeres (de cuidados y reproductivo) y el realizado por los hombres (productivo) que pone a las mujeres en la postura del esclavo consciente de su esclavitud y da una visión privilegiada de la realidad (la misma diferencia que ocurría según Marx entre la burguesía y el proletariado). La realidad material estructura una relación, una experiencia y una comprensión de la realidad totalmente distinta de la masculina que le da a las mujeres las cualidades necesarias para una práctica científica distinta y más respetuosa con los seres humanos y con la naturaleza. Según Hilary Rose, las actividades realizadas por las mujeres conllevan la unidad de mano, cerebro y corazón, la unión de la actividad manual, mental y emocional que rompe con las dicotomías típicas de la ciencia androcéntrica.
Cabe destacar, finalmente, que además de fundamentar el punto de vista privilegiado de las mujeres, las teóricas tuvieron que argumentar la viabilidad del proyecto de la ciencia feminista** como alternativa a la androcéntrica, es decir, no sólo fundamentar el privilegio epistémico de las mujeres, sino además el hecho de que la ciencia que derive de éste sea superior a la ciencia existente. Para argumentar, pues, la superioridad del proyecto feminista y no caer en el relativismo que les asolaba (dada su crítica a la ciencia androcéntrica a través de su catalogación como ficciones históricas, catalogación de la cual una ciencia feminista no quedaría eximida), recurrieron a razones externalistas: la superioridad reside en los valores ético-políticos que la sostienen y fundamentan. Estos valores son el no sexismo, no racismo y no clasismo, es decir, sensibilidad y responsabilidad para con la sociedad y el mundo. Afirmaba Ruth Bleir que la superioridad de una ciencia que echa abajo las jerarquías dominantes en la ciencia sexista, racista y clasista es incuestionable.
* La epistemología es la rama de la filosofía que estudia el conocimiento. Busca respuestas a preguntas tales como ¿qué es el conocimiento? ¿cómo conocemos? ¿en qué circunstancias? ¿qué podemos considerar verdadero u objetivo? etc. En el caso de las epistemologías feministas, añadiríamos la pregunta ¿hasta qué punto lo que consideramos “conocimiento” está influenciado por la cultura androcentrista en la que se desarrolla? Estos apuntes pertenecen a una asignatura que cursé con Amparo Gómez Rodríguez, profesora de la Universidad de La Laguna.
** Recomendación para profundizar en el debate de si existe o no un método feminista de investigación científica: "¿Existe un método feminista?" de Sandra Harding - http://www.cholonautas.edu.pe/modulo/upload/existe_un_metodo_feminista.pdf
Qué feo no citar a Amparo Gómez Rodríguez, profesora en la Universidad de La Laguna (Tenerife) quien fue una grandísima invetigadoa y defensora de la epistemología feminista y que, además, escribió esto.
ResponderEliminarPDF aquí: https://revistas.ucm.es/index.php/POSO/article/viewFile/POSO9999130023A/24827
Tenés razón. Esto son apuntes de su clase, debería haberla citado. No me lo planteé porque eran sólo apuntes y no un artículo. Pero lo corregiré. Gracias por el comentario.
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