[ Este texto forma parte del capítulo tercero de mi libro "Stop Gordofobia y las panzas subversas", una pequeña publicación editada por Zambra y Baladre con la intención de hacer una introducción teórica a la gordofobia]
De la página de Facebook "Corporalidades Subversivas" |
Hay formas de distribución de la vulnerabilidad, formas diferenciales de reparto que hacen que algunas poblaciones estén más expuestas que otras a una violencia arbitraria.
Judith Butler
Una aproximación al concepto de opresión.
Basándonos en la
filósofa Iris Marion Young[1] definiremos la opresión
como aquella situación de desventaja, injusticia, reducción o exclusión que
sufren unos grupos sociales por las prácticas cotidianas de la sociedad.
Estamos hablando de impedimentos, barreras y limitaciones sistemáticas a causa
de normas, hábitos y símbolos sociales que no son cuestionados por la sociedad
(sino cumplidos automáticamente por educación, presión o costumbre), como
tampoco son cuestionados (en muchas ocasiones) los motivos que originan dichos
comportamientos ni las consecuencias que ellos tienen.
La opresión se alimenta
a través de los estereotipos sociales y culturales, los medios de comunicación,
los mecanismos del mercado, etc. Es decir, las opresiones son
sistemáticamente reproducidas en las más importantes instituciones económicas,
políticas y culturales de nuestras sociedades, por eso decimos que son
sistémicas y estructurales. Hablamos del sistema laboral, del concepto de
belleza, de homofobia, racismo, exclusión de las personas mayores, etc.
No siempre los grupos
oprimidos tienen correlativamente un grupo opresor, pero sí le corresponde a
cada grupo oprimido un grupo privilegiado, es decir, un grupo que se beneficia
de la opresión del primero, aunque sea –incluso- de forma involuntaria e/o
inconsciente. Por ejemplo, en el caso del racismo y sus agresiones físicas
podemos decir que hay un opresor directo y consciente. Sin embargo, no podemos
decir lo mismo quizás cuando hablamos de diversidad funcional, cuando las
personas deshabilitadas[2]
sufren una opresión y sin embargo las habilitadas
tenemos un privilegio sin quererlo o sin ser totalmente conscientes de ello.
La opresión gordofóbica.
En
simples palabras, llamamos gordofobia
a la discriminación a la que nos vemos sometidas las personas gordas por el
hecho de serlo. Hablamos de humillación, invisibilización, maltrato,
inferiorización, ridiculización, patologización, marginación, exclusión y hasta
de ejercicio de violencia física ejercidas contra un grupo de personas por
tener una determinada característica física: la gordura.
Son
muchas las personas que nos han argumentado que “no es para tanto” este asunto
de ser señalada por ser gorda, pues también son señaladas las personas que
tienen otras cualidades consideradas popularmente “defectos físicos” o
“fealdades” como pueden ser los aparatos dentales, la caspa, las gafas, los
granos, etc. Es más, ¡todas las personas tenemos complejos! Tiempo nos costó
encontrar el contraargumento a esta cuestión. Porque, ¿qué diferencia los
complejos que tiene una persona gorda de los que tiene alguien que no es todo
lo alto que quisiera u odia su pelo rizado? ¿Qué diferencia las burlas sobre
las personas gordas de las burlas que recaen sobre una persona con granos o
calvicie? ¿Acaso no todas las burlas sobre nuestros cuerpos producen dolor y
merecen nuestro rechazo? ¿No es cierto
que todas las personas deberíamos tener
derecho a vivir una vida sin complejos?
Pues
claro que sí. Pero esa no era la cuestión. Yo sentía que aún siendo miope (y
usuaria habitual de gafas), poseedora de una piel poco tersa, de una teta mucho
más grande que la otra, y recientemente diagnosticada con vitíligo en la cara,
había algo distintivo en el hecho de ser gorda. Ser gorda era diferente de
todas mis otras características físicas. Mi cuerpo gordo me hace sentirme
encerrada en una jaula de cristal de la que no puedo escaparme nunca, me siento
permanentemente observada, señalada y cuestionada a
través de los cristales de mi peculiar cárcel. Una cárcel en la que además no
me encuentro sola sino acompañada por cada una de las personas que comparten una
misma y notable cualidad física conmigo (la gordura). Desde este lugar nuestros
cuerpos son hipervisibles, pero nuestras vidas,
nuestras voces y nuestros sentimientos son completamente invisibles.
¿Por
qué estamos aquí? Me preguntaba yo.
Con
el tiempo comprendí que la diferencia entre la gordura y el resto de las
características físicas citadas residía en el hecho de que no existe un sistema
ideológico que produzca, reproduzca, garantice, difunda y refuerce
CONSTANTEMENTE la discriminación, el odio y el rechazo de todo el colectivo de
personas calvas, miopes, de pelo rizado, altas o con granos, y sin embargo sí
existe tal sistema ideológico con estas funciones de cara a la gente gorda, un
sistema ideológico que activa y hace funcionar la citada cárcel de cristal. La
señalización de aquellas primeras peculiaridades físicas es individual, o a lo
sumo circunstancial, pero no ocurre todo el tiempo, todos los días, con todas
las personas, ni en todos los sitios, como sí ocurre –por el contrario- con la
gordura[3].
Es innegable que los complejos son igualmente dolorosos a nivel individual. No
me meto en eso y jamás diría lo contrario. Pero es más difícil luchar contra el
dolor interior o salir del complejo cuando la experiencia exterior al completo
sigue reforzando –todo el fucking time-
la causa misma o la raíz de tu dolor. Dicho de otra manera: no se puede salir
del pozo a nivel individual cuando la colectividad te sigue empujando hacia
adentro, en conjunto y con todas sus fuerzas.
Por
ello podemos añadir algo más: la diferencia entre tener un complejo (que todas
los tenemos) y ser una persona gorda es que en el primer caso la única persona
preocupada por tu “físico” eres tú, mientras que en el caso de la persona gorda
es una sociedad entera la que lo tiene en el punto de mira, la que lo tiene en
perpetua observación, señalización, crítica y discriminación. Lo mismo ocurre cuando
eres mujer o tienes un cuerpo racializado (negro, latino, etc.). En estos
casos, el grueso de la sociedad comparte un concepto sobre ti y sobre tu
cuerpo, una forma común de pensar respecto a él, que hace recaer todas las
consecuencias de ese pensamiento sobre ti, imponiéndote límites las 24 horas
del día, todos los días y en todos los espacios de la vida (cultura, política,
medios de comunicación, relaciones afectivas, trabajo, etc.), convirtiendo así
tu vida como mínimo en un brasero, llegando en ocasiones a verdadero infierno. Esto significa que, al igual que el racismo
o el machismo, la discriminación de las personas gordas es algo estructural en
nuestras sociedades, es decir, la gordofobia opera como un sistema de opresión
para todo el colectivo de personas gordas, con mayor o
menor grado pero sin excepciones.
Por
lo que respecta al “grupo privilegiado” que se beneficia de nuestra opresión, Elisa
Fabello en Let’s talk about thin
privilege explica que las personas delgadas son las que se benefician de la
opresión gordofóbica y viven en situación de privilegio gracias a ésta. La
lista de privilegios puede ser larga, así que mejor dejamos que hable por sí
solo el comienzo del artículo de Fabello:
“Mido 1,60m y peso 56
kilos. Mis medidas son 90-60-90. Me pongo camisas de talla M, llevo una 38 de
pantalones vaqueros, y (en caso de que se lo pregunte), tamaño 39 de zapatos. Nunca he
entrado en una tienda de ropa en la que no haya encontrado artículos en mi
tamaño. Nunca tuve que pagar más por un asiento de avión. Nunca nadie me ha
rechazado como posible cita en función de mi cuerpo,
ni nunca nadie se burló abiertamente de mí mientras me comía unas papas fritas
en público. Nunca he experimentado que un médico me recete "¡pierda
peso para sentirse bien!" como solución a mis problemas o
enfermedades. Y puedo abrir un artículo con mis medidas sin temor a ser
enjuiciada. Yo camino por este mundo como una persona delgada. Y, como tal, nunca he
experimentado discriminación por ser gorda, nunca he experimentado la
gordofobia.” [4]
Fabello
deja claro en este fragmento la omnipresencia y
restricción de las opresiones, citando cuestiones tan cotidianas como comer,
viajar, comprarse ropa, ir al médico o hablar de su cuerpo y de sí misma. Y es
que –según la autora- una de las características más importantes de la opresión
es que nunca podemos huir de ella, porque vayas donde vayas, todo lo que ves y
todas las personas que conoces, la reiteran y la refuerzan.
Un primer matiz
de género: “¡Pero a todas las mujeres nos
exigen delgadez y belleza!”
En todos los talleres y charlas que he dado
desde que empezamos nuestro activismo gordo con Stop Gordofobia, al menos una mujer ha
levantado la mano para realizar la siguiente pregunta, o más bien la siguiente
crítica constructiva: “¿por qué centrarse en las gordas si a todas las mujeres
nos exigen delgadez y belleza? ¿acaso las delgadas no sufrimos también la
tiranía de la belleza?” Y la verdad… tenían razón. Estoy totalmente de acuerdo
con que a todas las mujeres nos exigen delgadez y belleza, y sobre todas las
cosas, nunca somos lo suficientemente delgadas ni lo suficientemente bellas
para esta sociedad patriarcal que se ceba en exigencias para con nosotras y nos
inculca deseos insaciables de perfeccionamiento. Sin embargo, en S.G. con el
tiempo llegamos a encontrar respuestas a estas preguntas y a explicar por qué
teníamos esa necesidad de visibilizar a las gordas en especial: todas las
mujeres estamos oprimidas por el género (con su cuota de exigencias estéticas),
y muchas podrían decirme que todas también lo estamos por la gordofobia (a un
nivel interno por el deseo constante de ser cada vez más delgadas), pero no
sobre todas recae el peso social del
peso, valga la chistosa redundancia (¡ja!). Las gordas sufrimos en nuestros
cuerpos el peso completo de la gordofobia. Cuando una chica delgada dice
“quiero adelgazar” es probable que en su entorno encuentre más de una voz
discordante. Las gordas no encontraremos ninguna. Cuando una chica delgada pasa
mucho tiempo sin comer o se está matando a hambre, es probable que encuentre a
alguien que le recuerde que debe comer o se preocupe por ella. A las gordas nos
incitan a adelgazar y pasar hambre para ver si así adelgazamos. Así que, al igual
que no es lo mismo ser mujer negra que mujer blanca, mujer nativa que
extranjera, mujer pobre que rica, heterosexual que lesbiana, cisgénero que
transgénero, etc., tampoco es lo mismo ser gorda que flaca. Esto no implica que
las mujeres no estemos todas oprimidas por el género y la belleza que éste
exige (¡faltaba más!), pero la opresión gordofóbica como vimos hasta ahora es
independiente y se suma a la de género. Es decir, que una cosa es estar
oprimida por el género, otra cosa es estar oprimida por la gordofobia, y otra
cosa es estar oprimida por las dos. Y lo cierto es que las mujeres que estamos
oprimidas por la gordofobia tenemos una necesidad imperiosa de denunciarlo,
visibilizarlo y cuestionarlo. Sin embargo puede que sea necesario el siguiente
matiz: como bien siempre recalca el compa Carlos Savoie, no queremos jugar a
ver quién gana el certamen de “Miss Oprimida”. La verdad, no creo que haya
jerarquías entre las opresiones. Ser oprimida siempre es una mierda, venga de
donde venga la opresión. Pero las gordas, para rebelarnos y luchar contra la
opresión corporal que padecemos, primero teníamos que nombrarla.
GOR-DO-FO-BIA.
Existe. Nuestra panza lo ha gritado. Y no estamos locas.
[1] YOUNG
Iris Marion, La justicia y la política de
la diferencia, Madrid: Ediciones Cátedra, 2000.
[2] Me he tomado la libertad de
traducir el concepto de disable al español, para no utilizar “discapacitadas”.
El concepto anglo disable (deshabilitado/a)
entiende que las personas tenemos funcionalidad diversa y no es que unas estén
discapacitadas y otras capacitadas, sino que habemos unas habilitadas para
andar por el mundo con libertad, mientras que otras se topan con numerosas
limitaciones. No es que ellas no se adapten al mundo, es el mundo el que no se
adapta a ellas.
[3] Me
parece importante recalcar que en este caso estoy hablando de personas en la
etapa de la vida adulta. No me considero con postestad ni conocimientos para
hacer análisis de los casos de bullying escolar. Si bien el bullying
gordofóbico está a la orden del día, la gordura no es el único motivo de bullying
escolar. Este asunto requeriría de un análisis propio e independiente a los
márgenes de esta publicación.
[4] FABELLO Elisa, Let’s talk about thin privilege, 2013 [http://everydayfeminism.com/2013/10/lets-talk-about-thin-privilege/
consultado el 10/06/2015]
Por favor, como podria contactar con Stop Gordofobia? Soy una antigua delgada, ahora con peso dentro de la media aprox., muy preocupada con este tema desde la adolescencia y activista a nivel individual ( me niego a decirle a otra mujer que esta mas guapa por haber adelgazado, y me niego a hacer dietas no por mi, sino por las demas mujeres,entre otras cosas). Hay que luchar contra esta opresion. Gracias!!
ResponderEliminarHola Tamara! Puedes ponerte en contacto con Stop Gordofobia a través del correo stopgordofobia@gmail.com o sino en su página de facebook, que lleva ese nombre "Stop Gordofobia".
EliminarUn abrazo gordo compañera ;)