domingo, 28 de julio de 2013

LA MUJER EN LA PUBLICIDAD (III): El mito de la mujer-naturaleza

[Esta es la tercera parte de "La mujer en la publicidad", parte 1 aquí, y la parte 2 aquí]

Como expliqué en "Esbozos sobre la opresión capitalista-patriarcal" al hombre se le han adjudicado ciertos roles relacionados con la razón y la capacidad de producir herramientas. Debido a esto los mensajes que se nos trasmiten a través de la publicidad están relacionados con este concepto de que el hombre es capaz de crear todo lo necesario para tranformar la naturaleza y que tiene la capacidad para moverse perfectamente en ella porque no sólo dispone de la razón y el conocimiento, sino que además es aventurero, fuerte, temerario y adora el riesgo.

Siempre se ha dicho que cuando el Hombre logró cierto dominio sobre la madre naturaleza, en el fondo no era más que la metáfora de su dominio de la mujer misma. En el enfrentamiento de los roles adjudicados a ambos sexos -la sensibilidad para la mujer, la razón para el hombre- el dominio la razón triunfa.


En consecuencia, y según nos expone Yrache Jiménez(1), la mujer aparece –generalmente- formando parte del entorno, integrada en la naturaleza. A diferencia del hombre la mujer no se propone controlar la naturaleza, sino que aparece con un carácter silvestre, libre, y hasta a veces salvaje, el cual -por cierto- es un atractivo añadido para el varón que todo lo quiere dominar(2) o convertidas en flores, árboles o mariposas , e incluso mimetizadas con el mar. El hombre domina la naturaleza y todo lo que en ella se encuentra, y de este modo –como parte de la propia naturaleza- la mujer se convierte en otro espacio de conquista y dominio.

Por si todo esto fuera poco, en las escasas ocasiones en las que la mujer no es presentada como una parte integrante de la naturaleza dominada por el hombre, no aparece nunca como controladora de su espacio, cuerpo o situación, sino que -por el contrario- se encuentra en situaciones de peligro e indefensa ante un entorno hostil, quizás a la espera de algún hombre que venga a rescatarla.




(1) YRACHE JIMÉNEZ Luis, GÉNERO Y COMUNICACIÓN: La imagen de la mujer y el hombre en publicidad, Madrid: Fundamentos, 2007
(2) Cabe destacar que la mayoría de las veces son mujeres de pieles más oscuras las que aparecen como "fieras" o mimetizadas como "animales salvajes" (incluso con los ojos claros): un rasgo estructural no solo machista sino completamente racista.

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Ejemplos: 

Esta publicidad de AXE donde con un simple desodorante el hombre consigue dominar a un montón de mujeres hechas unas fieras en su busca.


Esta publicidad de Old Spice donde un hombre es capaz de salvar todos los obstáculos que le pone la naturaleza y conquistar a una mujer, todo con un perfume (observar la ropa diferenciada del hombre y la mujer):  https://www.youtube.com/watch?v=K9pwlXXeSq8 (no me deja adjuntar el video por restricciones del youtube, pero es visible pinchando en el link)

Y aquí algunas imágenes de mujeres y una de un hombre para hacer la comparación:









domingo, 21 de julio de 2013

Introducción a Judith Butler (algunas cuestiones filosóficas básicas)

Para iniciarnos en la lectura de Judith Butler, filósofa estadounidense pionera en "Teoría Queer", debemos primero entender el contexto filosófico en el que se enmarca. Y es que esta autora está sumergida de lleno en la posmodernidad, etapa filosófica (además cultural, política, etc.) iniciada a mediados del siglo XX como reacción a la etapa de Modernidad que se inició con la Ilustración.

Esta última etapa fue criticada -entre otras muchas cosas- por su propuesta de "razón universal", una supuesta razón inherente a todo ser humano que busca establecer cuestiones consideradas "verdaderas" más allá de cualquier frontera de espacio y tiempo. Se entiende con ello que la razón es una capacidad individual del humano que capta la realidad y/o la interpreta, y el conocimiento queda con ello expuesto a términos de objetividad, lógica y progreso.

Diversas escuelas de pensamiento arremetieron contra la Modernidad, pues consideraron que sus preceptos basados en verdad y progreso contribuían a la opresión de todo aquello no se enmarcara dentro de estos límites. Ejemplos clarificadores pueden ser la conquista y colonización de América (donde la concepción de las culturas aborígenes como "atrasadas" supuso la justificación ideológica para el saqueo y derribo de esas culturas), o la concepción actual de las culturas islámicas como "atrasadas" respecto a las occidentales (por sus creencias, ropa, religión, etc.) que constituyen el "enemigo al que hay que democratizar" (con todas las connotaciones bélicas que esto tiene).

Evidentemente la Modernidad trajo con los años numerosas consecuencias y reacciones imposibles de especificar al completo aquí; por ahora, basta con quedarnos con el hecho de que se impuso (tanto fuera como dentro de las fronteras europeas) un modelo de "verdad" (el occidental) tanto en lo político y económico como en lo cultural, considerado además como el más adelantado de todos: capitalismo, estado moderno democrático y cultura occidental (cristiana, sobre todo).

La posmodernidad, por su parte, traerá una crítica profunda al concepto de "verdad" utilizada por Occidente de forma imperialista. Para ello, fue necesario desmontar la idea de que existe una única forma correcta de ver el mundo/realidad.


- Wittgenstein, el giro lingüístico y los juegos del lenguaje

Allá por los principios del siglo XX comienza un cambio de perspectiva en la percepción de la investigación y el conocimiento que marcará toda la filosofía posterior: el Giro Lingüístico.

El Giro Lingüístico es una metología nueva de estudio. Se basa en el hecho de que para conocer el mundo debemos conocer cómo hablamos del mundo, y es que no hay un acceso a la realidad sino es a través del lenguaje.

El lenguaje toma protagonismo y suma importancia en el análisis de la realidad, pues es aquél el que nos da los conceptos, el que media para referirnos a la realidad: el sol, el cielo, la mujer, el lápiz, libertad, democracia (...) son conceptos, sin ellos no podríamos hablar de la realidad, pero ¿describen estos conceptos la realidad o la construyen?

Partimos, en tal caso, de un esquema como el siguiente: 

SER HUMANO     =|| LENGUAJE ||=       MUNDO 


Algunas corrientes mantuvieron que la intersubjetividad del lenguaje suponía algún tipo de acuerdo sobre la "objetividad" de la realidad exterior que se describe; otras corrientes afirmaron que el lenguaje construye por completo la realidad, y que éste está cargado de valores, intenciones, etc.

Ludwig Wittgenstein, uno de los padres del Giro Lingüístico, después de muchas idas y venidas en su filosofía, acabó concluyendo que existen los "juegos de lenguaje", herramientas que nos brinda nuestra sociedad de origen y crianza a través de nuestra socialización en la misma, las cuales nos permiten entender, definir, criticar la realidad. 

Podemos decir que la adquisición de nuestra cultura constituye una forma en sí de ver nuestra realidad y la ajena, por lo que tan diversos serán los puntos de vista como cantidad de culturas haya.

Conclusión: Con el lenguaje adquirimos nuestra cultura en el proceso de socialización, y con ello una visión del mundo, así, se entiende que éste no sólo es la fuente donde buscar las explicaciones de la realidad, es además, el lugar donde transformarla.

- Austin, los actos de habla y el efecto performativo (performatividad)
 
J.Austin estableció como unidad mínima de análisis del lenguaje el acto de habla. Según el autor, el acto de habla estaba constituido por tres partes: la locución, la ilocución y la perlocución. La locución viene a ser la palabra, el texto, el contenido de la expresión dada por el emisor; la ilocución es el entorno, entonación, contexto, gesticulación de la emisión; la perlocución o efecto perlocucionario es aquello que la emisión produce en el receptor. Con esta última apreciación entendemos que el lenguaje no es inocente, el lenguaje crea cosas, efectos y significados en los demás, variando -además- según el contexto.

Un ejemplo para entenderlo mejor: 
Estoy sentada en el sofá con mi hermana y digo
- ¡Uy qué calor! ¡qué sed!
- ¡Cierto!, yo también tengo sed. Voy a buscar algo de beber, ¿te traigo algo? - dice mi hermana
- Vale, sí, gracias - respondo. 

Mi primera expresión ha logrado que ella finalmente me traiga algo de beber y yo sacie mi sed; mis palabras, cual si fuesen mágicas, lograron un efecto sobre ella. Pero vayamos más allá y pensemos por ejemplo en una boda en una Iglesia cuando el cura dice "yo les declaro marido y mujer": esas palabras crean un matrimonio. O aún más allá: ¿nunca se han preguntado qué pasaría si al niño o niña inquieta de la clase no le hubieran dicho toda su vida que era mala, que no era inteligente, que no sirve para nada, que nunca llegaría a nada?  ¿No están acaso cargadas de consecuencias esas palabras?

Conclusión: El lenguaje, el discurso, tiene efectos sobre las personas. Esto es lo que hereda Butler de Austin: el efecto performativo, el efecto que tiene, sobre el receptor, el lenguaje/mensaje emitido.


- Relaciones de poder (Foucault)

Yendo hacia el caso del matrimonio que antes citábamos, podemos decir que no es lo mismo que un cura en una Iglesia diga "yo les declaro marido y mujer", que yo, por ejemplo, pille a dos amigos míos en un bar y les diga: "yo les declaro marido y marido", ¿verdad? Aquí entran en juego las relaciones de poder y la norma, conceptos que introdujo M.Foucault y que Judith Butler ha incorporado en su teoría sobre el género. 

Foucault mantenía que las relaciones humanas estaban todas regidas por relaciones de poder: el poder de unas sobre otras. Estas relaciones de poder van configurando tu identidad a lo largo de tu vida. Volviendo a nuestro ejemplo, el poder que tiene el cura en el contexto de la Iglesia de "crear" una realidad, no es el mismo que tengo yo en el bar con mis amigos. Así, podemos llegar a la conclusión que dependiendo del poder que tenga una determinada persona, ente jurídico, institución social, etc., será más o menos capaz de crear realidades, de adaptar los efectos/consecuencias de su discurso a su voluntad, de formar las identidades ajenas. Así, afirma Butler, quien detenta el poder -hoy- de emitir discursos performativos en nuestra sociedad es el hombre, blanco, heterosexual, burgués y occidental. 

Todo esto, por cierto,  se hace a través de determinadas normas (modelos) con las que se construyen las identidades: esto está bien, esto está mal. Por ejemplo: mujer, hetero y doméstica, bien, mujer, lesbiana y sin hijos, mal; cuerpo con pene y sin pechos bien, cuerpo con pene y con pechos, mal; mujer depilada, rubia y de cabellos largos bien, mujer peluda y de pelo corto mal, etc. De ahí que se hable de lo "normativo" y lo "no-normativo" respectivamente.

Por último, y en relación a todo lo expuesto hasta ahora, debemos tener en cuenta además los siguientes factores: 

a) el efecto de los discursos no se da de una vez y para siempre, sino que su repetición en el tiempo es lo que los hace efectivos y duraderos, puesto que da la impresión de que son "verdaderos" y no se pueden subvertir.

b) el entramado que te lleva a cumplir con la norma es muy complejo, puesto que el dictado y el castigo no sólo viene de quienes detentan el poder (instituciones sociales, religiosas, políticas, mediáticas, económicas...) sino que todas las personas participamos de ella: la sanción por no cumplir con la norma y los intentos de que te adaptes a ella pueden ser institucionales (no permitir que se casen personas del mismo sexo, ir preso/a o pagar multas por protestar, que no te dejen cambiarte fácilmente el nombre y el sexo en el DNI) o incluso sociales e individuales (cuando alguien mira de forma rara o sorpresiva las piernas peludas de una mujer, o mira raro también a una persona que no logra identificar como hombre o mujer...).

Conclusión: Nuestras identidades son constituidas a través de discursos configurados en las relaciones de poder, todo en base a normas que se extienden a lo largo del tiempo y por eso logran la apariencia de "verdaderas".



Conclusión final:  identidad, apertura, movimiento.

En resumen, las teorías de Butler se asientan sobre la concepción de nuestras identidades individuales (y colectivas) como algo abierto y cambiante, susceptible de movimiento, y que han sido configuradas -desde el poder blanco, heterosexual, burgués, occidental, y patriarcal- a lo largo de la historia en apariencia de inmutabilidad (además de posicionarlas jerárquicamente).

Pero realmente no hay nada fijo, inmutable: todo es susceptible de subversión y por eso la norma repite, insiste, reivindica constantemente su existencia para no morir. 

Y es que en el fondo, aquello que da la apariencia de estable no es más que la norma cumplida. Si me miro a mi misma, yo tratada como sudaca, mestiza, colonizada...; si me miro yo tratada como mujer, considerada mujer incluso desde antes de nacer, por un médico que me definió como tal (con todo el peso discursivo, performativo, que conlleva dicha definición); si me veo a lo largo del tiempo pasando siempre a los baños que tienen el pictograma con la falda y no al de los pantalones; si me veo vistiéndome con esas faldas, con sujetador y tacones; si me veo con el estigma de la depilación y el maquillaje; soñando con estar con un hombre, casarme con él y ser madre; y si me miro -sobre todas las cosas- y me veo intentando cumplir con la norma de lo que es considerado como ser mujer, puedo llegar fácilmente a la sencilla conclusión de que -como dice Butler- nombrar es matar: es matar todas las demás posibilidades de ser.

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Bibliografía para ampliar conocimiento sobre estos temas:
Wittgenstein, Investigaciones filosóficas
Austin, Cómo hacer cosas con palabras
Foucault, Historia de la sexualidad; Un diálogo sobre el poder y otras conversaciones. (Obras completas aquí)
J.Butler, Deshacer el género; Cuerpos que importan

miércoles, 17 de julio de 2013

Disponibilidad (la mujer como cosa disponible)


Algo que ha caracterizado siempre a los discursos machistas y patriarcales respecto a las mujeres es la definición de las mismas como algo "disponible". Y cuando digo "algo" me refiero a su cosificación, es decir, la mujer convertida en "cosa disponible para el macho", y cuando me refiero a disponible, evidentemente hablo de disponibilidad para el macho en la medida que a ÉL le sea apetecible y placentero. 

Esta caracterización copa todo tipo de imágenes publicitarias, fotográficas, cinematográficas, etc., en las que la protagonista es una mujer.

La "disponibilidad" la podemos hallar en la mujer esperando al hombre, en los cuerpos tendidos, la postura relajada, en la mirada que siempre la observa desde arriba desde un ángulo de superioridad, en el hecho de que ella aparezca de piernas o boca abiertas (es clara la connotación sexual), en verlas distraídas, juguetonas, débiles, delicadas, frágiles, y sobre todo: sin intención -o posibilidad- de responder negativamente ante la voluntad del hombre. 

A veces no hay nada como la hipérbole para captar o comprender a la perfección un concepto. Y dado que me encontré con esta imagen que lo explica todo por sí misma, aquí se las dejo y les invito a observar detenidamente a los y las personajes de Disney que protagonizan esta "fiesta erótica". 

¡Busquemos la diferenciación en la actividad llevada a cabo por los personajes masculinos y femeninos!

Preguntas que pueden servir de guía:
1) ¿en dónde están?
2) ¿qué hacen?
3) ¿en qué posturas y actitud (especial atención a las expresiones faciales)?



4) ¿qué cantidad de personajes femeninos y masculinos hay?
5) ¿la ropa y la desnudez?

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lunes, 8 de julio de 2013

El contexto sí importa.

Dos motivos me han llevado a escribir esta entrada "especial": el primero, una despedida de "status", ya que dentro de poco pasaré de "estudiante" a "licenciada"; el segundo, porque estoy harta de que se considere que los contextos socioculturales no influyen en la vida y educación de las personas (y viceversa). Detrás de cada estudiante hay una historia. Y esta es la mía.
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El contexto sí importa.
Una mirada autobiográfica y de clase sobre la educación.


Dedicado a todos los profesores y profesoras que educan luchando
en Uruguay, en el Estado español, y en el mundo entero.
Ustedes son la semilla de la sociedad nueva.



Quien les escribe es una uruguaya nacida en Montevideo en 1986, época en la que finalizaba la dictadura militar de aquel país, y parecía presentarse el inicio de una etapa que prometía algo bueno, o algo, al menos, a secas.

Me crié en un barrio obrero, humilde, con una gente muy linda que aún hoy recuerdo al completo, casa por casa, familia por familia, nombre por nombre. En él, andar en bicicleta fue una fiesta, y jugar en la calle bajo la lluvia también.

Estudié en escuela pública, con una moña azul y una túnica blanca (típico de las escuelas públicas de Uruguay). Desde pequeñita apuntaba a ser buena estudiante y aprobé todo los cursos de primaria con sobresaliente. Al iniciar la educación secundaria continué sacando buenas notas, hasta el curso en que la crisis económica empujó a mi padre a emigrar y todo comenzó a cambiar para mí.

Mi padre viajó a Canarias en busca de trabajo, con la perspectiva de mandarnos a buscar a mi madre, a mi hermana y a mí una vez que él estuviera establecido. Para mí, persona que nunca había vivido ni siquiera una mudanza , imaginarme viviendo en otro país resultaba abrumador, caótico, desmembrante, desestabilizante. Todo esto (sumado al hecho de que al no estar mi padre tuve que ayudar a mi madre en el trabajo) implicó inevitablemente que mis notas bajaran, si bien continué aprobando.

Recuerdo a todos los profesores y profesoras de aquellos años de secundaria, pero, sobre todo, guardo un especial recuerdo de dos profesoras de Ciencias Sociales y un profesor de Historia (es curioso como una adolescente ya puede ir apuntando maneras desde tan joven). De las dos primeras recuerdo en concreto dos clases que me marcaron para toda la vida; quizás fuera la sorpresa ante la información que me brindaban la que hiciera que se me quedaran impregnadas sus palabras en el cerebro para siempre.

Mi primera profesora de Ciencias Sociales de secundaria llegó un día a clase con una gráfica que reflejaba los índices de horas de trabajo de personas de todos los países del mundo, en la cual se veía perfectamente -para sorpresa de toda la clase- que las mujeres trabajaban más que los hombres. Su explicación la dio con dos preguntas simples: “¿qué hacen sus padres cuando llegan de trabajar?, ¿cuándo paran de trabajar sus madres?”. En esos índices también aparecía Kenya como el país más pobre del mundo y en el que las mujeres más trabajaban: la profesora aprovechó esto para decirnos que en África había mucha pobreza y sobre todo muchas guerras, pero que ningún país intervenía porque a nadie le importaba, total, cuanto antes se mataran los africanos, antes se quedarían los ricos con sus recursos... Y yo que escuchaba todo esto por primera vez, tenía los ojos que se me salían de las órbitas.

La profesora de Ciencias Sociales de segundo curso (que recuerdo era hermana de una maestra mía de primaria, muy querida por todos) nos explicó la revolución industrial y sus consecuencias para el “tercer mundo” usando como ejemplo el jugo de naranja: el “tercer mundo” planta naranjas (que es la materia prima), el “primer mundo” tiene la capacidad y las máquinas para hacer jugo de naranja (producto manufacturado); el “tercer mundo” vende las naranjas pero compra el jugo hecho; evidentemente las naranjas se venden más baratas que el jugo, así que el “primer mundo” siempre tendrá más dinero. Y así aprendí que la Revolución Industrial supuso la pobreza y sometimiento del tercer mundo que quedó condenado a -únicamente- servir de materias primas al Norte rico.

Con especial cariño recuerdo el tercer curso, el último allá: esa aula era un caos. Teníamos la peor clase -según los profesores- que en años había pasado por ese Liceo. Normal -pienso ahora desde mi perspectiva de profesora de clases particulares- porque si a mí me cuesta dar clase a una o dos personas, ¿qué pasaría en un aula con 40 alumnos y alumnas?

En particular, el profesor que más se quejaba de nosotros era el de Historia, el cual además, curiosamente, era alérgico a la tiza. Daba sus clases de forma oral, nunca escribía nada. Eso sí, contaba la historia como si él la hubiera vivido en primera persona, como si él hubiera combatido en cada batalla, y como si hubiera sobrevivido única y exclusivamente para sentarse en esa silla, al lado de la ventana, a relatárnosla. Su modo de evaluarnos no era convencional (con exámenes) sino que nosotros debíamos presentar también determinados temas, exponerlos ante el resto de la clase. Mi timidez extrema hizo que me pusiera notas bajas (varios 1, para ser exactas) durante unas cuantas evaluaciones hasta que me atreví a hablar en público. Ese día me dijo que yo era para él -hasta entonces- una mosca blanca (no existía), pero que le había sorprendido ahora con mi exposición y mi forma de expresarme, y que tuviera en cuenta esta capacidad mía en un futuro cuando eligiera a qué quería dedicarme (no podía pensar en otra cosa el día en que me matriculé en Filosofía).

Poco tiempo después emigré. Agosto del 2001. Un año en el que la gente abandonaba el país en masa.

Evitaré los episodios traumáticos, tener que abandonar Uruguay, abandonar a mis amigos, a mi familia, mi casa, porque estoy convencida de que la emigración -como tantas otras experiencias- si no se vive es imposible entenderla. Lo único que puedo decir al respecto es que si hay un antes y un después en la Historia por el nacimiento de Cristo, el antes y el después de mi vida está marcado por la emigración.

Aquí en Canarias, donde vivo actualmente desde ya hace más de 11 años, acabé la secundaria como pude. La dejé dos años, la retomé después. No me centré nunca. Nunca pude volver a tener buenas notas. Aquella niña brillante se había esfumado al igual que el futuro que siempre había imaginado en Uruguay. Me había convertido en una persona despistada y desmostivada a la que estudiar para un examen le suponía un sobreesfuerzo insoportable.

Observo y reconozco hoy desde la lejanía de la edad adulta toda una serie de experiencias que se me fueron presentando mientras acababa el bachillerato y comenzaba mi aventura universitaria, las cuales -estoy convencida- marcaron una diferencia en mi vida en general, y en particular en mi vida estudiantil: mis padres se separaron; vi el dolor en el pecho de mi madre cuando se fue mi abuela sin que -por la distancia- ninguna de nosotras pudiéramos despedirnos de ella; mi otra abuela pasó un cáncer sin yo poder cuidarla ni mimarla a los pies de la cama; sufrí las violencias institucionales por ser emigrante, mujer e ilegal; sufrí las violencias institucionales por ser sudamericana; vi el dolor del emigrado en las colas de “Extranjería” (vaya nombre) esperando desde las 2 de la madrugada para ver si algún funcionario se apiadaba de nuestra alma y nos daba número para entrar a tramitar los dichosos “papeles”; sufrí la negación de una beca por falta de un maldito "crédito" cuando esa beca significaba para mí un año de subsistencia; vi a mi padre mucho tiempo sin trabajo sintiéndose un inútil porque el sistema te dice que sólo siendo productivo vales la pena; vi a mi madre yendo a trabajar enferma porque sino la comida no entraba a casa; sufrí -junto a muchas compañeras más- la represión por ser roja, por ser una joven de esas que sueña un mundo mejor; vi a varios amigos cruzar el umbral de la cárcel sólo por cometer la osadía de gritar lo que piensan. En conclusión, sufrí como emigrante el desarraigo cultural y como ciudadana canaria el desarraigo social y económico, de la mano de la clase social a la que siempre he pertenecido.

Dadas las circunstancias, y gracias a mi profesor de bachillerato, encontré refugio ideológico en la Filosofía y la escogí como carrera, conviertiéndome, además, en la primer persona de toda mi familia con estudios universitarios. Ya no era, no fui y no soy aquella niña brillante (se quedó en Uruguay), así que estudié, viví y disfruté como pude esta etapa como estudiante, una estudiante mediocre quizás -desde el punto de vista académico, por mis notas y por haber tardado dos años más de lo estipulado en acabar la carrera- , pero una estudiante mezcla de esfuerzo en lo académico y de militancia política, la cual -comprendí finalmente- es la actividad indispensable para el verdadero aprendizaje y aplicación de la filosofía, fuente de la que emana y hacia la que vuelve todo pensar y toda crítica. 

Seis años después de empezar la aventura universitaria, se cierra esta etapa para mí. Sin embargo, esta es una visión individual e insignificante. La historia que aprendí desde pequeña se repite cíclicamente sobre nosotras las personas consideradas números: guerras, hambre, emigración, pobreza... y sobre la educación se esparce la sombra del dinero y la excelencia. En Uruguay, porque no quieren aumentar el presupuesto en educación y las huelgas son deslegitimadas desde el poder; en el Estado español, porque el ministro de Educación ha considerado innecesario que el Estado financie la educación de las personas sin recursos si no son alumnos excelentes de muy buenas calificaciones... ¡Gran criterio! Por todos es sabido que la misma capacidad tiene de estudiar una persona con la vida económicamente resuelta, que una persona de clase baja; un ciudadano español que una emigrante; un joven con familia -de cualquier tipo- que un joven desamparado; una joven madre adolescente que la hija acomodada de cualquier político ricachón de turno.



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