Para iniciarnos en la lectura de Judith Butler, filósofa estadounidense pionera en "Teoría Queer", debemos primero entender el contexto filosófico en el que se enmarca. Y es que esta autora está sumergida de lleno en la posmodernidad, etapa filosófica (además cultural, política, etc.) iniciada a mediados del siglo XX como reacción a la etapa de Modernidad que se inició con la Ilustración.
Esta última etapa fue criticada -entre otras muchas cosas- por su propuesta de "razón universal", una supuesta razón inherente a todo ser humano que busca establecer cuestiones consideradas "verdaderas" más allá de cualquier frontera de espacio y tiempo. Se entiende con ello que la razón es una capacidad individual del humano que capta la realidad y/o la interpreta, y el conocimiento queda con ello expuesto a términos de objetividad, lógica y progreso.
Diversas escuelas de pensamiento arremetieron contra la Modernidad, pues consideraron que sus preceptos basados en verdad y progreso contribuían a la opresión de todo aquello no se enmarcara dentro de estos límites. Ejemplos clarificadores pueden ser la conquista y colonización de América (donde la concepción de las culturas aborígenes como "atrasadas" supuso la justificación ideológica para el saqueo y derribo de esas culturas), o la concepción actual de las culturas islámicas como "atrasadas" respecto a las occidentales (por sus creencias, ropa, religión, etc.) que constituyen el "enemigo al que hay que democratizar" (con todas las connotaciones bélicas que esto tiene).
Evidentemente la Modernidad trajo con los años numerosas consecuencias y reacciones imposibles de especificar al completo aquí; por ahora, basta con quedarnos con el hecho de que se impuso (tanto fuera como dentro de las fronteras europeas) un modelo de "verdad" (el occidental) tanto en lo político y económico como en lo cultural, considerado además como el más adelantado de todos: capitalismo, estado moderno democrático y cultura occidental (cristiana, sobre todo).
La posmodernidad, por su parte, traerá una crítica profunda al concepto de "verdad" utilizada por Occidente de forma imperialista. Para ello, fue necesario desmontar la idea de que existe una única forma correcta de ver el mundo/realidad.
- Wittgenstein, el giro lingüístico y los juegos del lenguaje
Allá por los principios del siglo XX comienza un cambio de perspectiva en la percepción de la investigación y el conocimiento que marcará toda la filosofía posterior: el Giro Lingüístico.
El Giro Lingüístico es una metología nueva de estudio. Se basa en el hecho de que para conocer el mundo debemos conocer cómo hablamos del mundo, y es que no hay un acceso a la realidad sino es a través del lenguaje.
El lenguaje toma protagonismo y suma importancia en el análisis de la realidad, pues es aquél el que nos da los conceptos, el que media para referirnos a la realidad: el sol, el cielo, la mujer, el lápiz, libertad, democracia (...) son conceptos, sin ellos no podríamos hablar de la realidad, pero ¿describen estos conceptos la realidad o la construyen?
Partimos, en tal caso, de un esquema como el siguiente:
SER HUMANO =|| LENGUAJE ||= MUNDO
Algunas corrientes mantuvieron que la intersubjetividad del lenguaje suponía algún tipo de acuerdo sobre la "objetividad" de la realidad exterior que se describe; otras corrientes afirmaron que el lenguaje construye por completo la realidad, y que éste está cargado de valores, intenciones, etc.
Ludwig Wittgenstein, uno de los padres del Giro Lingüístico, después de muchas idas y venidas en su filosofía, acabó concluyendo que existen los "juegos de lenguaje", herramientas que nos brinda nuestra sociedad de origen y crianza a través de nuestra socialización en la misma, las cuales nos permiten entender, definir, criticar la realidad.
Podemos decir que la adquisición de nuestra cultura constituye una forma en sí de ver nuestra realidad y la ajena, por lo que tan diversos serán los puntos de vista como cantidad de culturas haya.
Conclusión: Con el lenguaje adquirimos nuestra cultura en el proceso de
socialización, y con ello una visión del mundo, así, se entiende que éste no sólo es la fuente donde buscar las explicaciones de la realidad, es además, el
lugar donde transformarla.
- Austin, los actos de habla y el efecto performativo (performatividad)
J.Austin estableció como unidad mínima de análisis del lenguaje el acto de habla. Según el autor, el acto de habla estaba constituido por tres partes: la locución, la ilocución y la perlocución. La locución viene a ser la palabra, el texto, el contenido de la expresión dada por el emisor; la ilocución es el entorno, entonación, contexto, gesticulación de la emisión; la perlocución o efecto perlocucionario es aquello que la emisión produce en el receptor. Con esta última apreciación entendemos que el lenguaje no es inocente, el lenguaje crea cosas, efectos y significados en los demás, variando -además- según el contexto.
Un ejemplo para entenderlo mejor:
Estoy sentada en el sofá con mi hermana y digo
- ¡Uy qué calor! ¡qué sed!
- ¡Cierto!, yo también tengo sed. Voy a buscar algo de beber, ¿te traigo algo? - dice mi hermana
- Vale, sí, gracias - respondo.
Mi primera expresión ha logrado que ella finalmente me traiga algo de beber y yo sacie mi sed; mis palabras, cual si fuesen mágicas, lograron un efecto sobre ella. Pero vayamos más allá y pensemos por ejemplo en una boda en una Iglesia cuando el cura dice "yo les declaro marido y mujer": esas palabras crean un matrimonio. O aún más allá: ¿nunca se han preguntado qué pasaría si al niño o niña inquieta de la clase no le hubieran dicho toda su vida que era mala, que no era inteligente, que no sirve para nada, que nunca llegaría a nada? ¿No están acaso cargadas de consecuencias esas palabras?
Conclusión: El lenguaje, el discurso, tiene efectos sobre las personas. Esto es lo que hereda Butler de Austin: el efecto performativo, el efecto que tiene, sobre el receptor, el lenguaje/mensaje emitido.
- Relaciones de poder (Foucault)
Yendo hacia el caso del matrimonio que antes citábamos, podemos decir que no es lo mismo que un cura en
una Iglesia diga "yo les declaro marido y mujer", que yo, por ejemplo,
pille a dos amigos míos en un bar y les diga: "yo les declaro marido y marido", ¿verdad? Aquí entran en juego las relaciones de poder y la norma, conceptos que introdujo M.Foucault y que Judith Butler ha incorporado en su teoría sobre el género.
Foucault mantenía que las relaciones humanas estaban todas regidas por relaciones de poder: el poder de unas sobre otras. Estas relaciones de poder van configurando tu identidad a lo largo de tu vida. Volviendo a nuestro ejemplo, el poder que tiene el cura en el contexto de la Iglesia de "crear" una realidad, no es el mismo que tengo yo en el bar con mis amigos. Así, podemos llegar a la conclusión que dependiendo del poder que tenga una determinada persona, ente jurídico, institución social, etc., será más o menos capaz de crear realidades, de adaptar los efectos/consecuencias de su discurso a su voluntad, de formar las identidades ajenas. Así, afirma Butler, quien detenta el poder -hoy- de emitir discursos performativos en nuestra sociedad es el hombre, blanco, heterosexual, burgués y occidental.
Todo esto, por cierto, se hace a través de determinadas normas (modelos) con las que se construyen las identidades: esto está bien, esto está mal. Por ejemplo: mujer, hetero y doméstica, bien, mujer, lesbiana y sin hijos, mal; cuerpo con pene y sin pechos bien, cuerpo con pene y con pechos, mal; mujer depilada, rubia y de cabellos largos bien, mujer peluda y de pelo corto mal, etc. De ahí que se hable de lo "normativo" y lo "no-normativo" respectivamente.
Por último, y en relación a todo lo expuesto hasta ahora, debemos tener en cuenta además los siguientes factores:
a) el efecto de los discursos no se da de una vez y para siempre, sino que su repetición en el tiempo es lo que los hace efectivos y duraderos, puesto que da la impresión de que son "verdaderos" y no se pueden subvertir.
b) el entramado que te lleva a cumplir con la norma es muy complejo, puesto que el dictado y el castigo no sólo viene de quienes detentan el poder (instituciones sociales, religiosas, políticas, mediáticas, económicas...) sino que todas las personas participamos de ella: la sanción por no cumplir con la norma y los intentos de que te adaptes a ella pueden ser institucionales (no permitir que se casen personas del mismo sexo, ir preso/a o pagar multas por protestar, que no te dejen cambiarte fácilmente el nombre y el sexo en el DNI) o incluso sociales e individuales (cuando alguien mira de forma rara o sorpresiva las piernas peludas de una mujer, o mira raro también a una persona que no logra identificar como hombre o mujer...).
Conclusión: Nuestras identidades son constituidas a través de discursos configurados en las relaciones de poder, todo en base a normas que se extienden a lo largo del tiempo y por eso logran la apariencia de "verdaderas".
Conclusión final: identidad, apertura, movimiento.
En resumen, las teorías de Butler se asientan sobre la concepción de nuestras identidades individuales (y colectivas) como algo abierto y cambiante, susceptible de movimiento, y que han sido configuradas -desde el poder blanco, heterosexual, burgués, occidental, y patriarcal- a lo largo de la historia en apariencia de inmutabilidad (además de posicionarlas jerárquicamente).
Pero realmente no hay nada fijo, inmutable: todo es susceptible de subversión y por eso la norma repite, insiste, reivindica constantemente su existencia para no morir.
Y es que en el fondo, aquello que da la apariencia de estable no es más que la norma cumplida. Si me miro a mi misma, yo tratada como sudaca, mestiza, colonizada...; si me miro yo tratada como mujer, considerada mujer incluso desde antes de nacer, por un médico que me definió como tal (con todo el peso discursivo, performativo, que conlleva dicha definición); si me veo a lo largo del tiempo pasando siempre a los baños que tienen el pictograma con la falda y no al de los pantalones; si me veo vistiéndome con esas faldas, con sujetador y tacones; si me veo con el estigma de la depilación y el maquillaje; soñando con estar con un hombre, casarme con él y ser madre; y si me miro -sobre todas las cosas- y me veo intentando cumplir con la norma de lo que es considerado como ser mujer, puedo llegar fácilmente a la sencilla conclusión de que -como dice Butler- nombrar es matar: es matar todas las demás posibilidades de ser.
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Bibliografía para ampliar conocimiento sobre estos temas:
Wittgenstein,
Investigaciones filosóficas
Austin,
Cómo hacer cosas con palabras
Foucault,
Historia de la sexualidad; Un diálogo sobre el poder y otras conversaciones. (Obras completas
aquí)
J.Butler,
Deshacer el género; Cuerpos que importan