¿Qué
otra cosa muestra la historia, sino marcas de inferioridad(...)?
Mary Wollstonecraft
Empezaré
haciendo una declaración honesta, necesaria, ideológica, de marco
de análisis, de contexto y de intenciones: soy marxista. Y como
marxista creo en el progreso histórico. Esto, indefectiblemente, me
lleva a asumir que parte de las investigaciones realizadas desde los
tiempos de Marx hasta hoy en día suponen algún tipo de información
complementaria y/o útil para la humanidad y un paso hacia adelante
en la búsqueda de una sociedad justa e igualitaria, es decir,
socialista. Socialista y feminista. Lo aclaro: no puede haber
socialismo sin feminismo o feminismo sin socialismo. Pero no entraré
en este debate ahora, exede la meta de este texto. Baste decir, para
dejar las cosas claras, que la revolución será feminista o no será.
Volviendo
a Marx, y en honor a él, me he propuesto hacer varios resúmenes de la historia del feminismo en los que establecer conexiones
entre el batiburrillo ideológico-feminista que va desde las primeras
feministas ilustradas (Wollstonecraft o de Gouges) hasta las más
posmodernas del postporno, la sexualidad diversa y la transgresión corporal.
Puede que logre mi propósito. Puede que no. Pero creo que es
necesario intentar visibilizar la más que
posible continuidad en la lucha de las oprimidas y que, lejos de
estar opuestas, las teorías de la modernidad (feminismo de la igualdad) y la postmodernidad (feminismos de la diferencia, transfeminismos) se
pueden presentar como complementarias, enraizadas unas ideas con
otras, viéndolas como esfuerzos desde distintos puntos o posiciones, pero con un
mismo destino o meta. Y es que, así como en la filosofía de la
historia de Hegel yacía latente el materialismo histórico de Marx,
podemos encontrar en Mary Wollstonecraft el germen de la rebelión
corporal postmoderna contra la norma estética.
Pero
entonces, ¿qué aportó la modernidad y qué aportó la
postmodernidad al feminismo?
Vayamos poco a poco. En esta primera parte, veremos el legado de la Modernidad.
- Modernidad
“La virtud tiene sólo un patrón eterno”
Mary Wollstonecraft
Para entender las aportaciones de las feministas de la Modernidad1,
debemos entender primero qué se coció en los últimos años del
siglo XVIII, en el inicio de ese período conocido como Ilustración.
Esta es una época marcada por un resurgir del ideal griego
clásico (el cual supuso el paso del mito al logos), es decir, una
vuelta a recurrir a la razón para explicar la realidad (no a la religión), entendiendo
a través de la razón se accede a la verdad (del
mundo, de la naturaleza); que la verdad existe,
es una sola y alcanzable; y que precisamente alcanzarla hace mejor al
ser humano y contribuye a la libertad y al progreso de la humanidad
en su conjunto. La razón supone un arma contra la ignorancia, la
tiranía y la esclavitud. Sapere aude!, he aquí el lema de la
Ilustración2.
Podemos
decir que hay una relación directa entre los principios regidores de
la Ilustración, con el surgimiento de los ismos en el siglo
XIX (marxismo, anarquismo, etc.), entendiendo ismo como
el sufijo que nos da información sobre una
doctrina-movimiento-ideología-sistema, es
decir, algo sistematizado y estructurado. En
el caso del feminismo, que es el que nos compete, en el fondo estamos
hablando de una amplia percepción, una teoría (movimiento,
una visión de la realidad)
que aparece como respuesta a
una estructura opresora: la que oprime a las mujeres (que
más adelante recibió el nombre de patriarcado o sistema
sexo-género). Esta
visión de la estructura
tiene raíz en la
Ilustración, y desde ella comienza su desarrollo. En un principio, con planteamientos, exigencias y reclamos a las personas que detentaban el poder; más tarde, en contra del identificado sistema opresor.
En resumidas cuentas, la Ilustración como movimiento político, social y filosófico supuso la idea de que la razón traería luz sobre las tinieblas que asolaban a la humanidad. Sus valores podemos resumirlos en los siguientes: razón, verdad, libertad, igualdad y progreso. La verdad como meta accesible a través de la razón humana; la igualdad y la libertad como condiciones comunes y necesarias; y la educación como método de conseguir todo lo anterior. Mary Wollstonecraft, hija de su tiempo, afirma en Vindicación de los derechos de la mujer (1792): “la verdad, como es un principio fundamental que no admite modificación, sería común a ambos [sexos]”. Esta cita caracteriza a la verdad como una virtud única e incluye, a su vez, la reivindicación del rasgo ilustrado de la igualdad.
La igualdad se presentó entonces como el eje central de la
reivindicación de las mujeres. Las mujeres pedían igualdad de
derechos como ciudadanas en los recientementente instaurados Estados
de Derecho. Constancia de ello dejó, por ejemplo, Olympia de Gouges,
en uno de los textos que le llevó a la guillotina por reclamar derechos políticos para las mujeres, en la Francia "revolucionaria" de 1791:
“Las madres, hijas, hermanas, representates de la
nación, piden que se las constituya en asamblea nacional. Por
considerar que la ignorancia, el olvido o el desprecio de los
derechos de la mujer son las únicas causas de los males públicos y
de la corrupción de los gobiernos, han resuelto exponer en una
declaración solemne, los derechos naturales, inalienables y sagrados
de la mujer (…) Art.1: La mujer nace libre y permanece igual al
hombre (…) Art.4: La libertad y la justicia consisten en devolver
todo lo que pertenece a los otros; así, el ejercicio de los derechos
naturales de la mujer sólo tiene por límites la tiranía perpetua
que el hombre le opone; estos límites deben ser corregidos por las
leyes de la naturaleza y la razón (…) Art. 6: La ley debe ser la
expresión de la voluntad general; todas las ciudadanas y ciudadanos
deben participar en su formación personalmente o por medio de sus
representantes.”3
Directamente relacionadas
con estas posturas (pero con aproximadamente cien años de diferencia
en su aparición en la escena política)
se encuentran las sufragistas,
las cuales realizaron
arduas luchas durante décadas reclamando el elemental derecho
al voto, el cual
consideraban la forma
principal de intervención en el poder y el gobierno4.
Se
veía la necesidad del reconocimiento de las mujeres como sujetos
de derecho,
en tanto en cuanto esto es lo que les permitiría -accediendo
al poder o interviniendo en él con su voto- la
modificación de tantos atentados contra su libertad, como las duras
medidas contra el adulterio, la ausencia de derechos de divorcio,
herencia, propiedad privada o la potestad de los hijos e hijas cuando
se separaban.
Para lograr esa soñada igualdad, también fue común el
reclamo de una educación igualitaria, en ocasiones reclamada para
ilustrar a las mujeres (con su evidente sesgo de clase en el siglo
XVIII y gran parte del XIX), en otras ocasiones para darles
alternativas o formación laboral, haciendo -en parte- responsable de
las opresiones de género a la educación diferencial (o nula
educación) para con las mujeres.
Representates de este reclamo educativo fueron, por ejemplo, la
filósofa Mary Wollstonecraft,
“Porque si se admite que las mujeres fueron destinadas
por la Providencia para adquirir las virtudes humanas y, mediante el
ejercicio de su entendimiento, esa estabilidad de carácter que es el
terreno más firme donde sustentar nuestras esperanzas futuras, se
les debe permitir volverse a la fuente de la luz y no forzarlas a
moldear su desarrollo por el centelleo de un mero satélite”5
o la novelista Emilia Pardo Bazán, quien afirmó en el Congreso
Pedagógico de 1892 que
“No puede, en rigor, la educación actual de la mujer
llamarse tal educación, sino doma, pues se propone por fin la
obediencia, la pasividad y la sumisión. (…) Aspiro señores a que
reconozcáis que la mujer tiene destino propio; que sus primeros
deberes naturales son para consigo misma, no relativos y dependientes
de la entidad moral de la familia que en su día podrá constituir o
no constituir; que su felicidad y dignidad personal tienen que ser el
fin esencial de su cultura, y que por consecuencia de ese modo de ser
de la mujer, está investida del mismo derecho a la educación que el
hombre, entendiéndose la palabra educación en el sentido más
amplio de cuantos puedan atribuírsele.”6
Si
bien muchas feministas eran afines al liberalismo, no se escapó
tampoco el análisis conjunto de clase y de opresión de las mujeres:
tanto en el movimiento marxista como el anarquista, numerosas mujeres
se sumaron al conocido como “difícil matrimonio” entre la lucha
anticapitalista y el feminismo. Entre ellas, destacaron Kollontai
dentro del marxismo, Emma Goldman en el anarquismo, o las Mujeres
Libres en el Estado español asumiendo ambas luchas, entendiendo
que si bien hay una opresión de clase, también la hay de género.
Por ejemplo, Alexandra Kollontai planteó que, además de las ataduras de clase, las principales
ataduras de las mujeres venían de la mano de la maternidad, la
familia y la sexualidad. En este último aspecto fue una visionaria,
al plantear que las relaciones interpersonales constituyen algo a
tener en cuenta desde la política que no debe quedar relegado al
segundo plano del ámbito privado:
“Es imperdonable
nuestra actitud de indiferencia ante una de las tareas esenciales de
la clase obrera. Es inexplicable e injustificable que el vital
problema sexual se relegue hipócritamente al casillero de las
cuestiones “puramente privadas”. ¿Por qué negamos a este
problema el auxilio de la energía y de la atención de la
colectividad? Las relaciones entre los sexos y la elaboración de un
código sexual que rija estas relaciones aparecen en la historia de
la humanidad, de una manera invariable, como uno de los factores
esenciales de la lucha social. Nada más cierto que la influencia
fundamental y decisiva de las relaciones sexuales de un grupo social
determinado en el resultado de la lucha de esta clase con otra de
intereses opuestos.(...) Además del extremado individualismo,
defecto fundamental de la psicología de la época actual, de un
egocentrismo erigido en culto, la crisis sexual se agrava mucho más
con otros dos factores de la psicología contemporánea: la idea del
derecho de propiedad de un ser sobre el otro y el prejuicio secular
de la desigualdad entre los sexos en todas las esferas de la vida,
incluida la esfera sexual. (…) La crisis
sexual no puede resolverse sin una transformación fundamental de la
psicología humana, sólo puede ser vencida por la acumulación de
“potencial de amor”. Pero esta transformación psíquica depende
en absoluto de la reorganización fundamental de nuestras relaciones
socioeconómicas sobre una base comunista. Si rechazamos esta “vieja
verdad”, el problema sexual no tiene solución.”7
No faltó tampoco, en esta etapa, algunas notas al amor libre o la
libre unión, como refleja este fragmento de Amparo Poch y Gascón,
miembro fundador del periódico anarcofeminista Mujeres Libres en
la España de 1934:
Yo no tengo Casa.
Quiero amar en el anchuroso «más allá» que no cierra ningún muro
ni limita ningún egoísmo. Mi corazón es una rosa de carne.
En cada hoja tiene una ternura y una ansiedad. ¡No lo mutiles! Tengo
alas para ascender por las regiones de la investigación y el
trabajo. ¡No las cortes! Tengo las manos como palmas abiertas para
recoger monedas incontables de caricias. ¡No las encadenes! Crea el
nuevo tipo; pon la sal en la Vida; el color y la llama en los besos
desiguales. (…) Aprende a desaparecer y descargar de tu presencia;
y a conocer el valor del 'yo' libre. Sin nada; ni por dinero, ni por
paz, ni por sosiego... ¡Amor libre!8
- Conclusiones
En
resumen, les debemos a las
feministas de base moderna el
reclamo de ser sujetos de
derecho, el
cuestionamiento de ciertas
instituciones como la familia o la educación, y la búsqueda de la
liberación de las barreras que este tipo de instituciones interponen
a las mujeres. Planteaban la búsqueda de la igualdad social,
educativa, cultural, política y económica para las mujeres, y estos
principios fueron heredados por muchos movimientos feministas que
hasta hoy se enmarcan dentro de lo que es conocido como el feminismo
de la igualdad,
que tiene como eje el Derecho, los derechos humanos, ser sujetos de
derecho y lograr la igualdad plena, la
justicia.
Allá por los inicios del siglo XX, después de dos siglos de un feminismo de base moderna, se hizo visibile la inevitable fragmentación del feminismo, cuando el punto de mirada principal, de análisis y reivindicación, deja de ser la igualdad y pasa a ser la diferencia, lo específicamente "femenino"; cuando la lucha ya no se configura como la búsqueda positiva de la igualdad, sino como la ruptura de las cadenas en búsqueda de la liberación.
Sin embargo, hubo resistencias al cambio. En
una breve
pero brillante
exposición, ante una división en el feminismo que veían muy
cercana, V. Brittain y W. Holtby escriben: “Mientras
la desigualdad exista, mientras la injusticia exista y las
oportunidades sean denegadas a la gran mayoría de las mujeres,
tendré que ser una Vieja Feminista, con la demanda de la igualdad
por delante.”9
[Continuará]
[Continuará]
1
Entendiendo por feminismo de la Modernidad lo comprendido entre el
siglo XVIII y principios del XX, es decir, la conocida como primera
ola del feminismo.
2“Atrévete
a saber” Immanuel Kant, ¿Qué es la Ilustración?, 1784
3Olimpia
de Gouges, Declaración de los derechos de la mujer y la
ciudadana (1791).
4
Las regiones con más
movilizaciones fueron Estados Unidos y el Reino Unido. Se
caracterizan estos tiempos por la organización de las mujeres
(incluso en ocasiones a nivel estatal) y la militancia activa:
realizaron un extenso trabajo de difusión y movilización. A lo
largo de todos los años de lucha hubo detenidas, maltratadas,
torturadas, e incluso en alguna ocasión hasta fallecidas, como es
el caso de la famosa activista
inglesa Emily
Wilding Davison, muerta en una acción directa en
1913,
atropellada por un caballo mientras
intentaba
colgarle una
cinta que ponía en inglés
“voto para las mujeres”. En
cualquier caso, fueron duramente criticadas por enmarcarse dentro
del liberalismo, y no responder a las necesidades de todas las
mujeres o no incluir a todas las mujeres en sus reivindicaciones,
por ejemplo las trabajadoras o las negras esclavas.
5Mary
Wollstonecraft, Vindicación de los derechos de la mujer (1792).
6Emilia
Pardo Bazán, La educación del hombre y de la mujer. Sus
relaciones y sus diferencias (1872), en
La mujer española y otros artículos feministas (1976).
7Alexandra
Kollontai, Las relaciones sexuales y la lucha de clases, 1911.
8Amparo
Poch y Gascón, Elogio del amor libre. Mujeres
libres, 1936.
9V.Brittain
y W.Holtby, Feminism Divided (1926).
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